Felipe
estaba en el marco de la puerta, sostenía una pistola, su semblante tenía una
expresión de dolor y rabia, de sus ojos salían lágrimas que rodaban por sus
mejillas, era como un niño asustado y a la vez un hombre completamente
superado.
Apuntaba
directo a su padre. El viejo lo veía con ojos desorbitados, su semblante estaba
tan pálido como hoja en blanco y la frente estaba perlada de pequeñas gotas de
sudor, con voz entrecortada le decía a su hijo.