Un manto negro se
extendía cubriendo de sombras las calles adoquinadas del pueblo. Un frío
extraño recorría los caminos, acompañado de una neblina fina y delicada como un
paño de algún tejido vaporoso. Solo la luz mortecina de unas lámparas iluminaba
la penetrante oscuridad; las estrellas parecían haber abandonado su morada en
el cielo, y la Luna también.
Sus pasos torpes
rompían el silencio. Era consciente de que era el único que deambulaba por el
lugar, pero eso no le preocupaba demasiado; había oído las historias que
contaban los ancianos y su curiosidad le animaba a investigar. Sujetaba su gabán
como único abrigo y no cesaba de mirar hacia atrás.
Entonces, apareció
ante sus ojos, levantado sobre una colina levemente escarpada, el cementerio con
sus pétreas lápidas carcomidas por el tiempo y el abandono, los tiesos cipreses
que rozaban el cielo y la misma neblina que envolvía al pueblo, solo que más
espesa.
Avanzó con el miedo
por bandera y sintió un escalofrío que le recorría la espalda al traspasar la
verja metálica, que al abrirse chirrió. Dos columnas flanqueaban la puerta, en
ellas se enroscaban hiedras y estaban coronadas por terribles gárgolas. Al entrar,
notó que allí el frío era más intenso. Observó a su alrededor. Las tumbas se
agolpaban unas sobre otras, las lápidas torcidas y cubiertas de moho, huesos
misteriosamente esparcidos por el suelo. Se estremeció, pero continuó adelante.
Un cuervo negro
graznó en la rama de un árbol seco y de retorcidas ramas grises. A la
distancia, se escuchó un aullido. Ésos eran los únicos sonidos que lo
acompañaban.
Sabía que no debía
estar allí, no solo porque el lugar era tremendamente terrorífico, sino porque
se hallaba en la mansión de los muertos y, según se decía en el pueblo, a éstos
no les gustaba que irrumpieran su propiedad.
Se sentía como un transgresor de una norma inviolable, pero estaba dispuesto
a desmentir esa superstición idiota. Porque, en el fondo, no era más que una
superstición. Era un cementerio corriente, y lo demostraría a todos cuando por
la mañana regresara sin un rasguño.
Una estatua se erguía
en la cima de la colina y suponía, por tanto, que había llegado al centro
exacto del cementerio. Respiró aliviado y observó el poco amable semblante del
retratado. Luego, advirtió que, en el pedestal, había una inscripción medio
enterrada en la tierra y cubierta por la hierba. Se acercó para leerla,
apartando las plantas. Le costó bastante descifrar el mensaje, estaba escrito
en latín: Gratam vestri destination. Cuando lo hizo se sobresaltó de tal modo
que se apartó de la estatua y fue a dar con sus huesos en el suelo.
La caída le dolió,
pero apenas la sintió porque el terror lo había apresado sin miramientos. “Bienvenido
a tu destino”, eso rezaba la inscripción. Su respiración se volvió agitada,
hasta el punto de que tomar aire supuso una enorme tarea para él, un sudor
gélido, nada relacionado con el sofoco, recorrió su frente.
Se levantó y miró en
derredor. Se echó a temblar. La niebla había cobrado vida, no era informe como
antes, sino que se habían formado figuras fácilmente visibles, sombras que lo
observaban carentes de ojos y de expresión. Se deslizaban lentamente hacia él,
mientras retrocedía. Intentó gritar, pero no fue capaz. Preso del más grande de
los pánicos, trató de huir, pero no pudo. Una fuerza invisible lo anclaba a la
tierra. Sus ojos aterrados paseaban por cada uno de los espantos, buscando en
ellos el perdón que no parecía conseguir.
La niebla, los espíritus,
lo que fueran, emitían siniestros graznidos, tan agudos que resultaban molestos
al oído humano. Cuando las fantasmagóricas apariciones cerraban un círculo en
torno a él, éste pudo emitir un grito de espanto. Súbitamente, en su piel se
abrieron profundas heridas de las que manaba abundante sangre. Él las miraba
horrorizado y alzaba los brazos al aire suplicando clemencia, pero de nada le
sirvió.
En medio de tal suplicio,
un cántico siniestro lo envolvió antes de no saber nada más: Gratam vestri destination. Nunc etiam esset
unus ex nobis. (Bienvenido a tu destino. Ahora eres uno de nosotros)
Lunaoscura