Elsa estaba
intranquila. Faltaban menos de dos horas para ir a recoger a Gabriel al
aeropuerto. Tomó su móvil de la mesita que tenía junto a la cama y buscó entre
los mensajes el que le envió, hacía dos días. Lo leyó en voz baja y una sonrisa
tímida se dibujó en su rostro, se dejó sobre la cama, sujetando el móvil con
ambas manos frente al pecho. Miró el despertador, eran las siete de la mañana.
-
¡Será mejor que me prepare! - de un
brinco se levantó de la cama.
Se quitó la ropa y
entró en al baño. Llevaba esperando este encuentro más o menos dos años.
Desde que Ángel había
fallecido se sintió incapaz de volver a relacionarse con un hombre, y mucho
menos entablar una relación. Pero Gabriel era diferente. Le conoció a través
del Internet, que ironía no podía relacionarse con los que estaban cerca de
ella, pero sí de uno que se encontraba a miles de kilómetros.
Se enredó en la
toalla y secó su pelo con otra más pequeña mientras ojeaba el armario abierto.
-
¿Qué me pongo? -pensó-.
Cogió varios
vestidos, ninguno le convencía y menos para una primera cita, después de unos
minutos, terminó por vestir cómo solía hacer, con sus pantalones y la camiseta
que tanto le gustaba.
-
Si me maquillo un poco tampoco pasará
nada, ¿no? -dijo mirándose en el espejo con la sonrisa puesta.
Sacó el lápiz de ojos
y el pintalabios, dando un ligero toque de color.
-
Perfecto -pensó-.
Volvió a mirar el reloj.
Las ocho de la mañana, su corazón se aceleró y el estómago se le encogió. La
melodía de la alarma de su móvil recorrió la pequeña habitación.
-
¡Casi es la hora!
Colgó el teléfono y
se dirigió hacia la entrada. Descolgó su chaqueta y, al ponérsela, vio la fotografía
que descansaba en la mesita.
Parecía tan feliz...
abrazaba a Ángel por la espalda. Aún recordaba el olor de su piel, y las
cosquillas de su barba al besarla. Cogió la foto y besó su dedo que acercó
despacio hacia su cara. Paseó el dedo con melancolía por su rostro y su sonrisa
desapareció.
Dejó la foto en el mueble
y salió al exterior, girándose para poder ver, una vez más, su rostro antes de
cerrar la puerta.
Llegó al aeropuerto diez
minutos antes de la hora. Gabriel Salió de la sala de arribo con una maleta
verde. Recorrió la sala con la vista y cuando vio a Elsa, una amplia sonrisa se
dibujó en su cara. Se quitó la bufanda y se acercó hacia ella.
El encuentro fue
transcurriendo con normalidad. De vez en cuando, Elsa tenía que desviar la
mirada para evitar que le diera la risa al ver a Gabriel cotilleando. Pero por
lo demás, cada minuto que pasaba se sentía más cómoda a su lado. Cuando llegó
la hora de marchar, Gabriel la invito a tomar unas copas a un bar que quedaba a
unas manzanas del hotel donde se hospedaba. Elsa, al principio se negó.
-
¿Pero por qué no? -dijo Gabriel-. ¡Será
divertido!
-
Lo sé, pero...
-
Va, una copa, lo prometo.
Elsa le miró de
reojo. Algo más allá, Gabriel movía los brazos animándola a acompañarle. Se lo
pensó un instante y terminó por acceder.
-
Bueno, por una copa tampoco me voy a
morir -dijo sonriendo-.
-
¡Perfecto! -dijo Gabriel cogiéndola de
la mano-.
Elsa miró su mano
apretando la suya y se ruborizó.
-
Quizá no sea tan malo dejarme llevar
-pensó-.
Caminaron un par de
manzanas. Las calles estaban desiertas. Elsa sintió un escalofrío y cruzó los
brazos frente al pecho para entrar en calor. Gabriel, al verla, la sujetó por
los brazos y se arrimó a ella.
-
Deja que te abrace un poco. Así no
tendrás tanto frío.
Ella se dejó. Llegaron
al bar. Entraron, bebieron, rieron, bailaron. Sonó una canción algo más lenta
y, sin esperarlo, Gabriel acercó su cuerpo al de ella. Cogió su rostro con las
manos y acercó sus labios a los suyos. Elsa cerró los ojos. Sintió el calor en
sus mejillas, pero no se apartó. Lo deseaba. Deseaba volver a sentir unos
labios en los suyos. El beso llegó en el punto álgido de la canción. La gente
levantó los brazos al ritmo de la música mientras dos cuerpos ardían en deseos
el uno por el otro con el calor de un beso.
Salieron del local
acalorados. Sus mejillas estaban sonrosadas por el calor y el alcohol que
corría ya por sus venas. La risa floja, aumentada por las bromas que Gabriel
hacía para ver su sonrisa, se sucedía una y otra vez. Cuando llegaron a la
entrada del hotel, Gabriel se acercó de nuevo y la besó en la mejilla.
-
Me alegro que haya aceptado mi
invitación -dijo apretando su mano- Lo he pasado muy bien.
-
Y yo de que me hayas invitado.
En ese momento Elsa perdió
el equilibrio y tropezó.
-
¡No te vayas a partir la cara ahora!
¡Ja, ja, ja! - rió sujetándola para que no cayera-.
-
No, no, mejor que no.… je, je, je... -Elsa
lo miró a los ojos y se ruborizó.
-
¿Te...? -desvió la vista-.
-
¿Qué?
-
¿Te apetece subir?
Elsa lo miró
sorprendida.
-
Por unos instantes no dijo nada- Sí, está
bien. -
-
¿Estás segura?
Elsa dudo. Pero
afirmó con la cabeza. Estaba segura. Quería dejarse llevar, sentir de nuevo el
calor de un hombre junto a ella. Necesitaba sentirse viva de nuevo.
-
Creo que por fin podría llegar a
querer a alguien más... -pensó Elsa-.
Gabriel la tomó de la
mano y tiró de ella hacia el salón. Al llegar junto al sofá la sacó la chaqueta
con cuidado. Elsa sintió el calor creciendo en su cuerpo. Él se acercó más y la
besó en los labios. Despacio, con una suavidad que no recordaba, fue descendiendo
hasta alcanzar el cuello. Bajó las manos a su cintura y cogió la camiseta para
sacársela. Ella se dejó. Estiró los brazos y él la sacó quedando desnuda frente
a él. Los besos dieron paso a un deseo incontrolable. Ambos se tomaron el uno
al otro. Se besaron, se acariciaron, se estremecieron. Y el sudor empapó sus
cuerpos.
Elsa se despertó por
una suave brisa que sintió en la nuca. Se giró con una sonrisa dibujada en los
labios, pero en la habitación no había nadie… estaba en su recamara… todo había
sido un sueño.
Lunaoscura
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