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domingo, 12 de febrero de 2017

Desistir

De un tiempo a la fecha el sonido de su móvil, le producía un vuelco en el corazón y en el estómago, sentimiento y emociones encontradas la desequilibraban. Sabía que era Lorenzo, su esposo. Desde que había decidido salirse de la casa e iniciar el trámite de divorcio, había descubierto una parte de él que no conocía.


Dónde había quedado ese hombre por el que arriesgo todo, aquel que le prometía cuidarla y protegerla. Ahora, solo era un hombre resentido, lastimado en su ego, que deseaba que volviera, pero no para mejorar el matrimonio, no y lo sabía, sino para hacerle pagar la osadía de exhibirle como realmente era.

En un principio hizo todo lo que estuvo a su alcance para mejor la situación del matrimonio, tolero sus continuas borracheras e infidelidades. Cuando perdió su empleo ella, solicito el apoyo de su familia, era una mala racha que estaban pasando, pero esa mala racha se había prolongado por más de dos años y Lorenzo no hacía nada por mejorarla.

Entre los consejos de sus padres y la conducta de su esposo, estaba confundida. Cómo podían pedirle que terminara con su matrimonio, como si se tratara de algo sin importancia y cómo podía hacerle comprender a su marido que lo que hacía estaba mal.

Cuando decidió salirse de la casa, muy dentro de ella, esperaba que Lorenzo recapacitara. Los primeros días, la angustia la corroía, sonaba el teléfono de la casa de sus padres y estaba segura que era él para pedirle que regresara o cuando oía el timbre de la puerta, el corazón le daba un vuelco, así paso un mes y ni llamada ni visita.

Solo ella sabía el suplicio que vivía, ella no le importaba a su marido. Esa tarde que recibió la llamada del amigo de Lorenzo, que le pedí que volviera con su esposo, ya que estaba verdaderamente mal desde que lo había abandonado. Angustiada, le pregunto qué le pasaba.

-       Tendrías que verlo tú misma- fue la respuesta.

Ni tarda ni perezosa, se trasladó al departamento, en efecto Lorenzo estaba ahí en un estado lamentable, borracho y con obvias señales de una fiesta por toda la casa.

Intento ayudarlo, pero él al darse cuenta de que era ella, le propino una golpiza y la echó de la casa.

Con el corazón más lastimado que su cuerpo, regreso a la casa de sus padres, soporto en silencio los reclamos de su madre, cuando se dio cuenta de su estado. Fue una tarde y noche de perros.

Su padre le concertó para el día siguiente, una cita con el abogado, su madre la acompaño. Tener que decirle a un extraño la situación de su matrimonio bajo la mirada desaprobatoria de su madre, era un verdadero martirio.

Así las cosas, se inició el trámite. Cuando Lorenzo fue notificado de la demanda de divorcio, le hablo por teléfono, en principio le pedía una oportunidad, reconocía que se había portado mal, conforme la plática seguía y ella se mantenía en su postura de terminar el matrimonio, él era más hiriente hasta llegar a amenazarla.

-       ¡Te vas arrepentir! ¡A mí, nadie me hace esto!

Entre suplicas y amenazas, su vida se transformó, había momentos en que deseaba con todo el corazón que esto sirviera de escarmiento y que Lorenzo cambiara para volver a intentarlo, en otros, que el juicio terminara, su matrimonio ya no tenía remedio.

El día de la audiencia, Lorenzo llego con una actitud tan desafiante y arrogante, jamás lo había visto así. La observaba con odio y desprecio, cada palabra que decía tenía la intensión de denigrarla, de hacerla sentir que la había hecho un favor al casarse con ella.

Sentía que las entrañas le ardían, dolor y coraje contendidos, no podía creer tanta basura. En esos momentos, la imagen del hombre de quien se había enamorado y con el que había decidido formar una familia, le parecía la peor de las escorias. Con la poca dignidad que le quedaba, solicito que se continuara con el trámite, no había nada que conciliar.

Estaban a días de que se dictara la sentencia, no obstante, Lorenzo seguía fastidiándola, hasta cuándo se daría por vencido o cuál era su finalidad.

La alarma de su móvil, la sobresalto, esa horrible sensación de miedo y fastidio se apodero de ella, tomó el teléfono, era el abogado.

-       ¡Buena tarde licenciado!, ¿qué noticas me tiene?

-       Le informó que salió la sentencia, ya está divorciada, solo esperaremos unos días para que quede firme.

-       …Okey… Gracias.

María, se sentó al borde de su cama.

-       Con qué facilidad, un proyecto de vida, las ilusiones y los sentimientos terminan. ¿Y ahora qué? ¿Por dónde comienzo a rehacer mi vida? ¡Será difícil!, de eso no hay duda, pero creo que merezco ser feliz, es que así manos a la obra -pensó-.


Lunaoscura

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