Ni sus hijos, ni nietos, visitara a
Emma para celebrar su cumpleaños, en la residencia de ancianos. No la visitaran,
con la excusa de que no los reconoce, desde hace ocho años le diagnosticaron Alzheimer.
Juan, su esposo y compañero, no se
resigna, y hoy, como todos los días, le cogerá la mano y vera como en su rostro
se dibuja una sonrisa. Así estarán toda la tarde, reviviendo sesenta años de
recuerdos. Ella, sonriendo, mientras en la habitación se escucha una y otra “Contigo aprendí. A ver la luz del otro lado
de la luna. Contigo aprendí. Que tu presencia no la cambio por ninguna”
Lunaoscura
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