Con emoción, miedo e ignorancia decides
que es momento de dejar un vestigio de tu paso por esta vida.
Dedicas horas y horas de sueño y vida
para cuídalos y protegerlos. Esforzándote en darles lo mejor de ti, con errores
e incertidumbre, ves cómo se hacen grandes y fuertes, pero para ti siguen
siendo pequeños trozos de lo mejor de ti.
Un día, sin apenas esperarlo, comienzan
a caminar solos, a tomar sus propias decisiones y a enfrentarse cara a cara con
la vida, su vida.
Te sientes solo, sientes que algo de
ti se va con ellos. Sabes que tu vida ya nunca volverá a ser la misma, ni la de
ellos. Con nostalgia y alegría, ves los frutos de tu esfuerzo, y es el momento
en el que recuerdas a tus padres y sientes como ellos sintieron contigo.
¡Ay! Los hijos, esos que tanto
queremos, esos por lo que siempre estamos dispuestos a dar la vida. Esas
águilas reales que has cuidado con mimo y con celo, abren sus alas para
emprender el vuelo como una consecución del círculo de la vida.
Una vida efímera, pero dadivosa que te
permite dejar una estela en el tiempo.
Lunaoscura
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