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lunes, 14 de septiembre de 2015

Una noche extraña

Todo comenzó en una tarde en la que las hermanas Ayala, se reunieron y sus hijos decidieron irse de fiesta. Cuando llego la noche, se prepararon para ir a dormir, era una hermosa noche de octubre, con una luna llena esplendorosa, no obstante, el ambiente era silencioso y se sentía una energía densa, por lo que decidieron esperar el regreso de los chicos. Se dirigieron a una pequeña recámara que se encontraba en el fondo de la planta baja, con vista al huerto.

Todo marchaba con normalidad, las dos hermanas acostadas una a lado de la otra, remembraban tiempos de niñez, así llegaron las tres de la mañana. Bertha, la hermana mayor de Matilde, estaba cansada y se le cerraban los ojos, pero ninguna de las dos quería dormir hasta oír que llegaran los chicos.

En un momento, en el que Bertha estaba contando un recuerdo de niñez, guardo silencio, Matilde, se imaginó que se había dormido, giro la cara para confirmar su hipótesis, cual sería su sorpresa, su hermana tenía los ojos desorbitados y estaba paralizada de miedo, no lograba decir nada, solo con el dedo índice apuntaba a la ventana. Bertha asustada, le preguntaba – ¿Manita, te sientes bien?

Desconcertada sin saber que hacer, dirigió la mirada a donde su hermana señalaba, un frío le recorrió la espalda y sintió que los vellos del cuerpo se le erizaban. Frente a las mujeres, una sobra cruzaba la recámara y traspasando la ventana, se fue a parar al lado de un árbol de nogal del huerto.

Matilde, abrazo con fuerza a su hermana, ambas estaban mudas, una especie de parálisis les impedía gritar o salir corriendo, después de unos segundos, que les parecieron siglos, ambas empezaron a rezar a santiguarse. El hombre de negro, seguía al lado del árbol, y aun cuando no podían ver su rostro, sentía su mirada penetrante.

Bertha, fue la primera en recuperar la calma, de un salto se levantó de la cama, mientras Matilde se trataba de recomponerse. Cuando ambas, estaban de pie, se acercaron a la ventana; el hombre de negro, frente a su mirada se desvanecía, en tanto un alarido se escuchaba en medio del más denso silencio de la noche.

A los pocos minutos, se escuchó que la puerta principal se abría y las risas de los chicos que habían llegado. Ellas, apresuradas salieron de la recámara, y los chicos les recriminaron que no se hubieran dormido. Bajo esas circunstancias, las hermanas no comentaron nada y ambas se fueron a dormir.


Lunaoscura

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