Eran las tres de la mañana, de un día cualquiera de un año cualquiera, en una agencia del ministerio cualquiera, la modorra era palpable. De súbito gritos y golpes rompieron el sopor de los empleados. Eran dos policías que, conducían a rastras a un hombre de una edad indeterminada, cubierto de sangre y dando unos alaridos demenciales.
Inmediatamente, otros policías acudieron
en ayuda de sus compañeros. El ambiente, se había alterado, todos salían de sus
aposentos improvisados.
En tanto el sujeto, era
controlado por cuatro agentes del orden, el ministerio público solicitó un
informe sobre el particular. Uno de los policías, manifestó:
- Siendo las veintidós horas del día cinco del mes
y año en curso se recibe llamada telefónica en el módulo de vigilancia, donde
reportaban a un hombre en el domicilio de la denunciante. De inmediato nos
trasladamos al domicilio. Asegurando, a un hombre de edad indeterminada que
presentaba indicios de sangre en la ropa y encontrándose muy alterado, por lo
que se procedió a su detención y traslado a esta agencia. Esos son los hechos.
Con actitud inquisidora, el
agente del ministerio público, procedió a preguntarle al sujeto.
- ¿Cómo te llamas?
El sujeto, se había calmado y
mantenía la cabeza gacha. No respondió. Nuevamente, le repitieron la pregunta.
Unos segundos después, y de haber
balbucido unas palabras incomprensibles, el sujeto, respondió.
- ¡Benito!
- Benito, qué? ¿De dónde eres?
- Benito seguía hablando con alguien- Dice, mi
amigo que no responsa…
- ¿Por qué estas, cubierto de sangre? ¿De quién
es?
- De ellos… mi amigo me dijo que no me dejara.
- ¿Quién ellos?
- Soy bueno con las manos… me asustaron… mi amigo
me dijo, dales fuerte…
Al oír esa declaración
incongruente, el agente ordenó que se buscara sobre otros eventos denunciados
esa noche. Benito fuera llevado a los “separos” en tanto se recaba más
información.
En esos momentos, iban llegando a
la agencia, dos mujeres, una mujer y una adolescente.
Fueron conducidas, para rendir su
declaración.
- La mujer se llamaba, Martha de treinta y cinco
años, originaria de la ciudad, después de tomar sus demás datos generales,
manifestó- Me encontraba en casa, alistando las cosas para el día siguiente,
cuando se oyeron unos fuertes golpes en la puerta de la calle, molesta, grite
¿quién?, no tuve respuesta. Seguí con mi labor, después de unos minutos,
nuevamente se oyeron los golpes seguido del estallido del vidrio de la ventana.
Le pedí a mi hija que llamara al módulo de vigilancia, en tanto, yo me dirigí a
la puerta. Cuando abrí, estaba un sujeto cubierto de sangre, me empujo y se
metió a la casa. Comenzó a romper cosas y a gritar. Parecía que hablaba con
alguien, pensé que estaba loco y me aleje de él. Mientras, le decía a mi hija
que no saliera y le hablara a la policía. Mientras, él seguía rompiendo cosas,
como si buscara algo. Después, llegaron los policías y con mucho esfuerzo lo
detuvieron.
- ¿Conoce, al sujeto?
- ¡No, no sé quién es!
- ¿Alguna vez, lo vio por el rumbo?
- ¡No, jamás lo había visto!
- ¿Tiene algo más que declarar?
- No, eso fue lo que pasó.
Así las cosas, las mujeres se
retiraron y Benito quedó detenido. Pasaron las horas, ya entrada la madrugada,
se recibió un informe sobre un múltiple homicidio al norte de la ciudad, en un
albergue para indigentes.
Según lo que se reportaba, al parecer
el responsable, era un tal “Benito”. El agente, se comunicó son su similar que
estaba conociendo el homicidio.
De ahí, se pudieron reconstruir los
hechos de esa larga noche de Benito.
Benito, había sido abandonado, a
la edad aproximada de diez años, en las puertas de un centro de salud mental,
ahí estuvo hasta que adquirió la mayoría de edad, basándose en la valoración
psiquiatrita, no constituía un peligro para la sociedad. Por lo tanto, se había
remitido a un albergue de indigentes.
A su llegada, por su madures
mental fue asignaron al área de niños, durante, año y medio, su conducta era
tranquila, hasta que los chicos lo hicieron objeto de sus bromas. Por lo tanto,
se decidió cambiarlo al área de adultos mayores, ahí no sería objeto de bromas
y estaría más tranquilo.
En la noche de los hechos, según
las declaraciones de los testigos y el sobreviviente. Benito, estaba en su
cama, cuando uno de los ancianos, inflo y reventó una bolsa de papel cerca de
su oído. Asustado, se puso a llorar, motivando la burla de los demás. Acto
seguido, se levantó y se dirigió al baño, seguido por el bromista.
De repente, se empezaron a oír
golpes, y gritos del anciano, los demás acudieron en su auxilio. En efecto,
Benito golpeaba al anciano, por lo algunos se le echaron encima a golpes, a fin
de darle un escarmiento.
Solo que Benito, tenía una fuerza
descomunal y abatió a golpes a todos, mientras que se daba la alarma a los
custodios, él se dio a la fuga, saltando los muros del albergue.
No se supo nada de él, hasta que
fue presentado por los policías a la agencia, en donde se encontraba detenido.
Se presume que en el trayecto, pudo haber atacado a más personas, no se sabe.
Al agente, responsable de la
custodia de Benito, le intrigo el porqué había llegado a esa casa precisamente.
Después, de un interrogatorio exhaustivo a Martha, descubrió que era la madre
de Benito.
Lo había abandonado, por dos
motivos. Era el producto de una violación sufrida por Martha, a la edad de
quince años, a pesar de todo lo había tenido, pero pasados los años, se dio
cuenta de que estaba loco, situación que la superaba. Por lo que decidió,
dejarlo en esa institución.
Entre tantas desgracias, el pobre
de Benito fue remitido a un centro de salud mental, donde su vida se consumió
entre drogas y soledad. Su madre ni su hermana, jamás lo visitaron.
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