Un
gran embotellamiento ha inmovilizado completamente al tráfico en el centro de
ciudad. Los coches se encuentran apelotonados en completo silencio, llevan
tantas horas varados que los conductores han perdido todo deseo de gritar o de
accionar la bocina. Bueno, no todos, hay una conductora cuya paciencia la ha abandonado
desde hace rato. Tan así, que ha apaleado el volante que se ha amoratado las
manos, y su bocina se había quedó afónica.
Santa,
es el nombre de la conductora furiosa, desesperada decide finalmente salir del
coche y se dirige al foco del atolladero para ver qué pasa. El resto de los
conductores se asoma por las ventanillas para ver a la furibunda mujer. Los niños
la señalan con burla, pues los rasgos de su cara parecen un dibujo animado
enfadado.
Eso
a Santa no le importa. -Como llegue
tarde al aeropuerto mato a alguien. -pensaba para sí la mujer- Más vale que
haya un buen motivo… o si no… o si no… -.
Absorta
y tras caminar varias cuadras, cerca de la calle de Ayuntamiento, observa un
grupo muy numeroso de gente que está tapando la fuente del atasco. Había mucha
gente haciendo fotos con sus teléfonos móviles y riendo de felicidad. Esto
enfureció aún más a la mujer, que no podía entender cómo la gente podía
disfrutar de esa situación.
Ya
casi había llegado. Estaba a muy poquitos metros, pero caminar entre tanta gente
era muy difícil. El calor humano le hizo sudar aún más, pero siguió avanzando
con la determinación de un general decidido a enfrentarse a su mayor enemigo.
–
¡Foto, foto! -gritaba la gente.
–
¡Qué bien que estén aquí! -gritó una señora mayor cuya voz provenía del frente -
¡Esto va para la…! -la señora calló al sentir la presencia asesina de Santa,
quien avanzaba a codazos y empujones, cortando la algarabía a los mirones.
Por
fin llegó a l origen del atascamiento. La pobre cayó al suelo de rodillas nada
más de ver el panorama e intentó gritar de desesperación, pero las horas de
deshidratación bajo el sol abrasador impidieron que sus cuerdas vocales vibraran.
Tras resignarse a la verdad, Santa se levantó del suelo y volvió hacia su coche.
A sus espaldas se encontraba la pareja presidencial, organizando el festejo del
dieciséis de septiembre. El presidente alzó la mirada al ver a la joven marcharse
y dijo con cierta indiferencia a su cónyuge:
–
Hay crisis. ¡Mi México lindo y querido!
Lunaoscura
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