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jueves, 11 de abril de 2019

El viejo nuevo inicio


Es el año 18, en las profundidades de un planeta llamado tierra. Después del Holocausto, la población fue diezmada y se encuentra dispersa. Mi grupo y yo vivimos en el drenaje profundo de una ciudad que se conoció como Ciudad de México.

Este campamento, está integrado por dos tribus los neoindis, al cual pertenezco y los neocutre. Los neocutre, mantienen las ideas anteriores a la devastación. Ellos, son los que establecen las reglas en la comunidad y dicta las medidas de corrección.

Los neoindis, somos la antítesis de los neocutre. Nos consideran un grupo beligerante, la realidad es otra, somos insurgentes y divergentes, otra alternativa de vivir y pensar. Cualquier manifestación es considerada hortera.

Si bien se mantiene el orden, los habitantes no están del todo felices, clandestinamente más se unen a nosotros y los neocutle, lo saben. No obstante, ambos bandos, sabemos que no es conveniente un enfrentamiento violento, tomando como base lo acontecido en el Holocausto, es que así, se tiene que encontrar una solución “civilizada” para esta situación.

Los líderes de las tribus acordaron una tregua. Cada grupo elaboraría un manifiesto de principios para mantener el orden y el bienestar de la población.

Públicamente cada líder, se enfrentaría a un desafío pues, las contiendas armadas están prohibidas en la comunidad. El vencedor dictará las normas que regirán al campamento con la aceptación incondicional del vencido.

Así las cosas, los líderes se reúnen con sus más sobresalientes pensadores, pasan horas argumentando y elaborando un manifiesto. Según lo acordado, cuenta solo con un mes para terminarlo.

Los días van pasando y el estrés se ve reflejado en los rostros de los pensantes, los habitantes del campamento estamos ansiosos, sintiendo que la tranquilidad de la comunidad depende de ellos.

Por fin llega el gran día, nos reunimos en asamblea. El ambiente es una mezcla de tensión festiva y cordial rivalidad. Los neocutre, se colocan del lado derecho del salón y nosotros al lado izquierdo. Los oradores de cada tribu, al centro.

Cada presentador expone su manifiesto febrilmente, sus ánimos están exaltados, los demás estamos pasmados. Cada uno tiene su lenguaje propio, pero en el fondo son los mismos argumentos.

En ese ambiente agitado, se inició la votación directa, cada habitante mantuvo su voto fiel a su tribu, prácticamente había un empate, solo faltaba un voto para conocer al vencedor.

Ese voto, dependía del hombre más viejo de la comunidad, que se encontraba sentado al fondo del lugar, que impávido nos observaba.

El griterío lo presionaba para que votara, él serenamente se levantó de su asiento y con voz firme, dijo:

- ¡Se van al carajo, siguen siendo los mismos! -Tranquilamente sin importarle las maldiciones y las amenazas abandonó el lugar-.

Después de ese conmemorable día, la comunidad sigue como al principio, cansados de respuestas ambiguas, intentando engañar al destino, y yo solo comprendí que la peor catástrofe de los hombres es el poder.

Lunaoscura

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