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lunes, 1 de enero de 2018

Espasmos

Las cuatro de la mañana. El humo revenido en los pulmones y los pies congelados. Bostezo mientras él se ajusta la ropa. El final siempre es el mismo, la que he cambiado soy yo, pero eso él no lo sabe. Ni Mario lo sabe, aun así, siempre me deja leerlo, llorar y sentirlo luchar entre tinta.

Tengo la estúpida manía de enamorarme de los personajes, de inventarme su voz y esconderme en su eco por las noches. Dante, tan sensual y oscuro que no tuve más remedio que enamorarme de él. Aunque en el Pub descubrí que Moisés hubiera sido mejor partido, siempre nos colgamos de los chicos malos, yo lo sabía por Mamba Negra.

Y Sofía hubiese caído rendida a los pies de Steven, todas lo haríamos en realidad, pero ellos dos hubiesen congeniado. Ella le susurraría al oído que dentro de poco solo quedarán ruinas a su alrededor, él, satisfecho y lleno de orgullo la besaría mientras la ciudad se cae sobre sus propias miserias.

Todo es tan cómodo cuando ellos piensan, aman y viven. Representan sin censura los relatos y versos satánicos que arderían en la hoguera de las vanidades del mundo.

A mí, sólo me queda esperar al chico de la moto, especialista en causas perdidas como yo.


Lunaoscura

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