Moisés, era un hombre
de treinta y tantos años, aventurero que gustaba vivir el día a día, negado a
compromisos y hacer lo que de él se esperaba. Dado su espíritu curioso y aventurero, en
alguna ocasión entro a uno de esos ciber grupos extraños, por decir lo menos. A
partir, de ese momento se hizo asiduo visitante y muy popular entre los
cibernautas.
En una ocasión, una
nueva visitante aparecía en su monitor, Mamba Negra, el extraño nombre llamó su
atención y como buen anfitrión le dio la bienvenida.
Mamba Negra, le
comentó que solo curioseaba, que algunos amigos le habían hablado del lugar. Moisés,
alías Joel13102, rápidamente le dijo lo que podía encontrar en el lugar y las precauciones
que tenía que tener, ya que era un sitio muy bizarro.
A partir, de ese
momento él y Mamba Negra, entablaron una ciber amistad que con el tiempo salió
del sitio para mantener contacto a través de sus correos personales y más tarde
vía telefónica.
Ninguno de los dos
decía sus nombres verdaderos, eso era lo que hacía interesante la amistad. Una
noche, Moisés, estaba aburrido, necesitaba algo que saliera de lo ordinario,
así que llamo a su amiga. Ella, estaba en igualdad de condiciones, así que
decidieron conocerse en persona.
Mamba Negra, le
propuso verse en UTA, un bar con una vibra subterránea, bandas de rock alternativo en directo y
decoraciones góticas. Moisés, no tenía la menor idea de la existencia de un lugar
así, pero acepto.
El lugar, era una
bodega iluminada por luz negra y con una decoración sus generis y una pluralidad de personajes góticos. Al frente estaba el escenario, con una batería
y varios instrumentos de cuerdas, del lado izquierdo se encontraba la barra,
atendida por un hombre de cabellera larga y blanca, de un aspecto de
motociclista. Moisés, se dirigió a la barra, ya que en ese punto sería el
encuentro.
No tenía la menor
idea del aspecto de ella, pero viendo a los parroquianos del lugar, se podría
tratar de una chica de unos veinte tantos años, darketa vestida de negro, con
perforaciones y tatuajes en diversas partes de su cuerpo. La imagen que se
recreaba en su mente, no le resultaba nada atractiva, pero ya estaba ahí y si
algo le gustaba era experimentar.
Pasaban los minutos y
Mamba Negra no aparecía, Moisés, ya se estaba dando a notar con su indumentaria
de chico bien. Se sentía incómodo y cierta zozobra empezaba apoderarse de él.
Una mujer de aspecto
serio y de una edad indefinida, se sentó en la silla de al lado. Durante unos minutos, sintió su mirada
penetrante, como si estuviera reconociéndole.
-
¡Hola! Soy Mamba Negra. ¿Tú eres Joel13102?
-
¡Hola! Si soy yo… qué gusto conocerte-
no sabía si era un gusto o un terrible error.
-
Era evidente el desconcierto del
hombre. Mamba Negra, divertida soltó una carcajada- Jajajajaja… ¿Qué esperabas?
¿Una chamaca fresa o una melancólica darketa?
-
Definitivamente apenado e incómodo,
Moisés, solo acertó a decir- No, no nada de eso, solo que…
-
¡Déjate de tonterías! ¿Dime cómo has
estado y qué fue que te motivo a conocerme?
-
Buennno, -no podía aceptar que estaba
aburrido y qué quería divertirse, así que improviso- Ya era tiempo de conocernos, después de casi cuatro
años de hablar era justo, ¿no crees?
Mamba Negra, era un
ser esquivo y desconfiado, de mente veloz e inquieta, ya se había dado cuenta de
que tipo de hombre era Joel13102. Para ella, no constituía una amenaza. Así que
decidió divertirse esa noche con su apabullado amigo.
Lo invito a sentarse en
una mesa alejada del barullo. Mientras se dirigían a la mesa, varias personas saludaron
a Mamba Negra, precisamente con ese nombre, situación que, a Moisés, se le
antojo como un reto. Esa noche, sabría el verdadero nombre de esa mujer que le
aceleraba el corazón con una sensación de adrenalina y desconfianza.
La noche transcurría,
entre bromas, sarcasmo y poesía. Pues, algo que había mantenido la comunicación
entre estos seres tan diferentes, era precisamente la poesía.
Exactamente a las
tres de la mañana, Mamba Negra, tenía que retarse y así se lo hizo saber a Joel13102.
-
Ha sido una noche fantástica, espero
que la volvamos a repetir, pero por hoy me tengo que ir.
-
¡No, por favor! La estamos pasando muy
bien -una idea cruzó por su mente y no tardo en expresarla- ¿Qué te parece si
vamos a otro lugar a seguir la juerga… o me tienes miedo?
-
¡Miedo a ti! ¿Por qué tendría que
tenerte miedo… acaso eres un psicópata?
-
No, claro que no, pero... ¿Por qué te
quieres ir, si estamos muy bien?
Ella, se levantó de
su asiento y lo miro fijamente, era obvio que estaba pensando en algo, una luz
relampagueó
en su mirada. Mientras, Moisés, por primera vez, la pudo apreciar en su
totalidad.
Era pequeña, de piel aceitunada
y traslucida, de porte altivo; sus cabellos color de la noche, se separaban en
la frente, y caían sobre sus sienes como dos ríos; su frente, se abría amplia y
serena sobre los arcos de unas cejas negras, singularidad que contrastaba con
las pupilas oscuras de una vivacidad y un brillo insostenibles. Esa mujer era
un ángel o un demonio, quizá las dos cosas, pensó Moisés.
En la piel brillante
de sus hombros semidesnudos jugaban piedras de ágata, que caían sobre su pecho.
Levantaba la cabeza con un movimiento ondulante de culebra. Llevaba un traje de
terciopelo escarlata de cuyas amplias mangas de armiño salían sus dedos, largos
y torneados de una transparencia que dejaban pasar la luz.
Moisés, estaba
profundamente turbado, pero nada escapó a sus ojos. Ella se dio cuenta y, le
lanzó una mirada llena de divinas promesas. Sus ojos eran un poema en el que
cada mirada era un canto. Si quieres ser mío te haré más dichoso que el mismo
Dios en su paraíso. Esta noche discurrirá como un sueño de un beso eterno.
Moisés y Mamba Negra,
salieron del lugar en completo silencio. No lejos de ahí, llegaron a una casona
antigua, muy comunes en Santa María La Rivera. Ella, abrió la oxidada reja, las
bisagras gimieron lastimeramente, Moisés caminaba en silencio detrás de ella.
Lentamente, subieron las
escaleras, era notorio que no había más habitantes en el lugar. Llegaron a una
habitación decorada al estilo victoriano.
Parada en medio de la
habitación, Mamba Negra se despojó de su ropa ante la miraba atónita de Moisés.
Antes de poder reaccionar, con una voz suave y áspera, ella sentenció.
-
¡Esta es la única noche que estaremos
juntos!
-
¿Por qué? A caso eres casada.
-
No, nada de eso. Simplemente, que solo
intimo una vez con mis amantes. ¿Es qué así piénsalo?
-
¡De algo a nada! Esa aventura gótica
no la perdería -pensó Moisés- Esta bien, pero te aseguro que querrás volver a
verme.
Llevando el silencio
a la acción, con un movimiento lento, suave, preciso y precioso se desperezó Mamba
Negra, atando el deseo de Moisés a su piel y a su mirada caprichosa.
Lentamente, lo envolvió en un ronroneo de gemidos anhelantes, esculpidos por
dos labios rojos como la sangre.
Piel y labios se
abrazaron, uniéndose en una sola respiración, en un solo cuerpo, en un solo
deseo. Su respiración se aceleraba más y más, sus pechos subían y bajaban con
el rítmico frenesí de una danza.
Justo cuando Moisés creía
que su corazón iba a estallar y que moría de placer, una sonrisa tan caprichosa
como unos ojos de obsidiana aparecieron frente a su cara. Empujó su pecho hacía
atrás y con una fuerza impropia de su tamaño, Mamba Negra, se puso sobre él y
lo aprisionó entre sus piernas.
El cuerpo de él brilla
con el esfuerzo y jadeaba lo justo para recuperar el aire, los ojos de Mamba
Negra, volvieron a brillar y con sonrisa viciosa se inclinó sobre él, buscando sus
labios, empezó desde el ombligo, pero justo antes de tocarlos con los suyos se
detuvo, quemándolo de deseo y hambre, de capricho y locura.
Con la cordura
arrebatada, Moisés, se lanzó a esos labios que ella en un ágil movimiento convirtió
en un mordisco. Durante una fracción de segundo quedó atónito y ella soltó una
risa en forma de soplido.
Sabiendo que no podía
dejar las cosas así, Moisés la cogió de la cadera y la tumbó con brusquedad
sobre la cama, la miro, le dio un rápido beso y al mismo tiempo que ocupaba su boca
en su oreja y su cuello, una mano aprisionaba uno de sus senos y, la otra,
bajaba en una caricia hasta sus muslos.
La volvió a mirar, se
despidió con otro beso fugaz y saboreó cada milímetro de su piel, hasta que ese
poderío serpentín y envolvente, ya no estaba en sus ojos, ahora estaba él,
reflejado en su locura y su deseo desesperado.
Gotas de sudor
perlaban sus cuerpos, sus corazones palpitaban al unísono por detrás de gemidos
y jadeos. De repente ella soltó un débil grito, empapando a Moisés de su
placer, produciendo tal éxtasis que, no pudo evitar corresponderle. Tras unos segundos,
en los que se calmaban con besos lentos y amorosos, se durmieron abrazados el
uno al otro.
Los primeros rayos de
la luz matutina despertaron a Moisés, a su lado con el dorso desnudo, estaba
Mamba Negra, su cabello desalineado cubría parcialmente el rostro de la mujer. No
podía negarlo, era una mujer hermosa y enigmática, y sin querer, deseo que por
largo tiempo pudiera compartir con ella y poder conocerla más… y tal vez …
-
¿Qué haces aquí? -esa pregunta lo sacó
de sus cavilaciones.
-
Acabo de despertar. ¿Cómo estás? ¿Quieres
ir a desayunar?
-
¡No, gracias! Te tienes que ir.
-
Okey,
pero nos vemos más tarde para ir a comer.
-
¡No, no hay otra vez! ¡Te lo advertí!
-
Pero… -la mirada de la mujer, no daba
oportunidad de decir nada más- Esta bien, ya me voy.
La calle, aún estaba
desolada. Camino por varios minutos, hasta que por fin pudo abordar un taxi.
Esa noche, le marco, tenía
la sensación de que no le respondería, pero fuera de su pronóstico, ella tomó
la llamada. Se oía como siempre, nada en su voz denotaba molestia o
incomodidad. Después, de unos minutos de plática, la invito a salir. Su
respuesta fue contundente.
-
¡No, nunca más! Porque, los hombres no
entienden.
Lunaoscura