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sábado, 8 de julio de 2017

Vieja película de amor

Sentía la iridiscencia del amor en cada uno de sus poros, aquella anhelada fusión pletórica. Esa simbiosis nocturna que le invitaba… Se despertó con el frío mordiéndole los pies y una áspera almohada como placebo a su soledad.


Lavó su rostro para quitar los últimos trozos de sueño. Salió, después de un escueto desayuno de leche con penas, empujada por la irrefrenable fuerza de la rutina.

Llovía de tal manera que parecía que los colores se habían desteñido en aquella mañana gris, llevándoselos por las alcantarillas. Era una mañana con la gama de grises que cabe esperar de una película vieja.

El repicar del agua en el asfalto, se le antojó como el eco del silencio en su cerebro, pero amplificado millón de veces. Caminaba ensimismada, esquivando paraguas por puro instinto, pensando en que quizás era demasiado idealista.

Sí, idealista por no querer jugar a las relaciones de hoy en día, cuya duración se basa en la cantidad de espumarajos que pongan las parejas a las ventosas de las flechas de juguete de un cupido materialista con pañales de vinilo y alas de silicona.

La ironía tensó sus músculos en una mueca de sonrisa. Dichas relaciones se caen por su propio peso, como las flechas de ventosa, cuando se seca la saliva, lo cual suele ocurrir con relativa facilidad. Ella, anhelaba algo más que una narcótica falacia de cruel despertar.

Había sufrido demasiadas decepciones, mucho miedo y desconfianza. Estaba harta de sueños de oropel y príncipes de cartón.

Al doblar una esquina, tropezó con un hombre moreno, alto y delgado, empapado hasta los huesos por la lluvia. Sus miradas se cruzaron… Sus ojos se vieron… Pero sus corazones-coraza ni si quiera se miraron.

Todo continuó con la fría indiferencia con la que actúan los actores en una vieja película que nadie está viendo.


Lunaoscura

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