Taciturna dejaba
transcurrir la noche, mientras el bullicio del bar, era el coro de su soledad. Estaba
a punto de dar un trago a su copa, cuando un murmullo cadencioso y un poco áspero,
le hizo levantar la mirada. Frente a ella, estaba un hombre desconocido que
mascullaba palabras inaudibles.
Con señas, le indicó
que no le escuchaba. Él se sentó y acerco su rostro al oído de ella.
-
¿Tú vienes de un lugar donde la gente
no se molesta en siquiera decir hola? Porque, yo vengo de un lugar donde
trapean con tus esperanzas -atónita, no supo qué responder-.
Intento levantarse,
pero él la detuvo, tomándola del brazo. Sus miradas se encontraron. Esa mirada
tan profunda y triste, le resulto tan familiar a ella que, nuevamente se sentó.
Durante unos minutos solo el silencio estrambótico los envolvió. Un dialogó de
dos corazones que no deberían hablarse se produjo. Eran tan cercanos, venían de
la misma prisión.
Minutos después, en
silencio salieron del lugar. El viento nocturno susurraba sus nombres, en una
melodía rebelde. La situación debería ponerla ansiosa, pero era demasiado
tarde, el miedo se había ido. Sabía que sus intenciones no eran tan buenas,
podía olerlas en el asfalto, pero su propio camino al infierno ya estaba pavimentado.
Con pasos calmos, se
dirigieron al departamento de él.
-
Entra despacio, que nadie oiga tus
pasos. -murmuró él- Mientras los nervios no te traicionen, todo irá bien.
El recinto estaba a
oscuras, solo la luz de la calle se colaba entre las cortinas de la ventana.
-
Dejemos los besos para los enamorados,
pensemos en lo nuestro, aunque esta noche... seas solo una casualidad para mí
-dijo él-.
-
Ella refutó- Dejemos que los sueños se
apoderen del deseo, recordemos que lo nuestro se me olvidará al momento, aunque
esta noche... sea solo un desvarío de la razón.
Sin más preámbulo, la
acerco a él, le dio un beso apasionado, mientras sus manos recorrían su cuerpo.
Parecía como si el propio diablo lo hubiera poseído.
-
Te voy a hacer el amor como nunca te
lo han hecho, te amaré con tal locura que te haré tocar el cielo.
Después de eso, las
palabras se perdieron, sus cuerpos respondían a la lujuria con jadeos, gruñidos
y gemidos. La inhibición desapareció, sus cuerpos reaccionaron en una oleada de
sensaciones que eliminaron sus dudas en intensas contracciones.
Él gemía su nombre, mientras
la tomaba por el cabello. Se calmó un momento, y luego con un inconfundible gran
gruñido de placer termino.
Los primeros rayos
del sol, se deslizaban por la ventana, dos cuerpos exhaustos descansaban sobre
la cama. Ella, se incorporó, antes de irse, le dice:
-
Dejemos que lo cierto sea esta noche,
recordemos que lo nuestro todavía no ha acabado, aunque, por esta noche… nos
podemos despedir.
-
Te encontraré en la siguiente vida, cuando
podamos estar juntos, te lo prometo -le responde él, antes de cerrar los ojos-.
Lunaoscura
historia de una pasión extrema.muy fuerte..
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