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martes, 10 de enero de 2017

Noche candente

Luz, no podía dormir. Llevaba toda la noche dando vueltas en la cama. La atmósfera sofocante de la habitación tampoco le ayudaba a conciliar el sueño. Quizás se levantó una docena de veces, e iba a la cocina a beber agua, mas como pretexto para moverme un poco que por sed. Y en una de esas rondas nocturnas –quizás fuera la última- se acercó al balcón.


Deseaba sentir, aunque fuera por unos segundos la brisa fresca que trasnochaba por la calle. Puso un pie descalzo sobre el suelo enladrillado, después el otro. Se sentía un poco loca allí, observando un paisaje carente de personas, pero el aire la refrescaba; no la piel, sino la mente.

Contemplaba el cielo urbano, cuando descubrió posiblemente la luna más bella que en su vida había visto. Estaba llena, redonda y lo suficientemente baja como para sentirla cercana y distante al mismo tiempo. Brillaba. Refulgía ligeramente con una luz espectral. Estaba prácticamente sola en el cielo. Apenas si se veían estrellas, y las pocas que había pasaban desapercibidas ante aquella majestuosidad.

Por un momento, se sintió arropada y sobrecogida al mismo tiempo; sus problemas volaron de su cabeza. Pero eso solo fue un momento. Avanzo hasta quedar con los brazos y la cabeza en contacto con la reja que cubría todo el balcón. Apoyó la barbilla sobre el metal, contemplándola. La ironía de la situación era opresiva. No importaba, quería mirarla un poco más. Quiso abrir la reja y extender el cuerpo y los brazos para alcanzarla, pero sabía la distancia que las separaba.

La contemplo unos segundos más y se dio la vuelta perezosamente. Caminó despacio hasta su habitación, se tendió de nuevo en la cama. Pensaba en muchas cosas, cuando de momento todo su pensamiento rememoro la noche en que, fuera de su comportamiento normal, había aceptado la invitación de Mariano -el recuerdo la estremeció y una sensación de ahogamiento la invadió-. Como si se tratara de una regresión volvió a revivir la experiencia.

Mariano la invito, Ella titubeo. Él, maliciosamente, comento.

-       No empieces algo que no puedas controlar-  mientras su mano se posaba en su cintura. Lentamente, la acercó a él. Sintió la respiración de él en su cuello, su corazón se aceleró, se sentía acorralada entre la curiosidad y las probables consecuencias, pero era algo tarde no había modo de que se detuviera.

-       Está bien vamos.

-       ¿Estás segura? – le pregunto agitado, mientras sus pupilas la devoraban.

-       ¡Lo que quieras hacer, hazlo!

En ese instante el deseo se volvió incontrolable, su corazón se había tornado indomable, se volvió vulnerable. La razón no dominaba esas sensaciones. No era una cuestión de inteligencia, al tenerlo de frente, había perdido la habilidad de dominar aquella situación.

La noche era oscura, tan oscura como la tentación que se despertaba en ella. Envueltos en esa oscuridad con el silencio de la ciudad sus cuerpos cantaron melodías que hasta el mismo cielo las escucho.

No podía dejar de escuchar como él pronunciaba su nombre, como se adueñaba de su alma en cada suspiro, con cada gemido que soltaba. Nunca antes se había sentido tan viva. Sus manos hacían magia, transformando el adormecimiento de su cuerpo en algo vivo capaz de sentir y disfrutar del placer.

Caricia tras caricia, ella se desvanecía, sus sentidos cobraban vida, mientras su cuerpo era devorado por un huracán que destruía su mente, su conciencia, solo existían cuerpos ansiosos y mentes complacientes.

Ella, no paraba de decirle ¡Ven! Entra en mí y calma este deseo ardiente, que tus labios recorrieran cada espacio secreto, de mi cuerpo. Con la pasión de tu cuerpo, ¡Lléname!

Rememorar el recuerdo, la hacía estremecerse, se desconocía, pero sentía la vida fluir nuevamente en un torrente incandescente. Los primeros rayos del alba la sorprendieron, su cuerpo estaba exhausto y una pesadez la adormecía.


Lunaoscura

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