De
un tiempo a la fecha, nota una sensación de inquietud, nerviosismo y ansiedad
que se transforman en extrañas sensaciones que no logra controlar. No tiene
descanso alguno, quisieran salir corriendo y dejar de preocuparse.
Lo
pasa mal, porque esas sensaciones, le son desconocidas no sabe cómo controlarlas,
cómo recuperar el sosiego que en ese momento ansía y necesita. La
intranquilidad, le produce miedo, un miedo que desconoce, pero que se “sienta”
a su lado, como un fantasma que persigue su bienestar.
En
sus momentos de sosiego, se dice que, quizá tiene una temporada extraña, de
cambios, de incertidumbres, de dudas, puede que, “lo extraño” sea ella y no las
sensaciones.
De
algo, está segura, necesita una mano calma que la apacigüe, que con gesto
cariñoso le agarre entre el muslo y la rodilla y le apriete varias veces a modo
de caricias, calmándola y como diciéndole: ¡venga, ya ha pasado, estoy aquí y
eso es lo que importa!, siénteme que estoy contigo, a tu lado y no me gusta
verte así, hablemos de nosotros, del momento que vivimos y olvidemos el pasado
y hasta el futuro que nos es incierto…
¡Le
gustaría oír tantas cosas…! Pero, la realidad que la envuelve, es de una
profunda tristeza. Y siempre, sin poder evitarlo, dos lágrimas se deslizan por
sus mejillas y, ella, pronta se dirige a la cocina a terminar lo que ahí quedó
pendiente.
Después
de una larga incertidumbre, quedó calma, serena, apaciguada, su cabeza reposaba
sobre unas hojas de papel, sabía que las letras no mueren y sus recuerdos
quedarían grabados por siempre.
Lunaoscura
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