El timbre de la puerta repiquetea, Leonor extrañada,
abre la puerta, ahí está un joven con un envoltorio y una carta que le envía su
vecino. Después de dar las gracias, se dirige a la sala, deja el paquete en la
mesa y abre la carta:
“¡Buenos
días vecina! Solamente quería darle la bienvenida a su nuevo hogar. Espero que
lo disfrute. La vida pasa tan deprisa…
¿Sabe?
Yo antes vivía ahí. Después vivieron María, Susana y otras más, pero ahora
usted vive ahí.
Por
cierto, debería arreglar la tabla del cuarto escalón, está suelta. Siempre lo
ha estado.
Le
envío, junto con esta carta, una tarta que hice yo mismo. Espero que le guste.
La hice pensando en usted. A las
anteriores vecinas no les gustó, pero he tenido mucho tiempo para mejorar mi
receta.
Tengo
tantas ganas de conocerla, espero que pronto podamos hacerlo. Siento no poder estar,
las circunstancias no me lo permiten en este momento, pero créame, nos veremos
pronto.
No
sufra.
Aún
no.
Andrés,
su vecino”
Parece que el vecino es un poco raro,
seguramente se trata de un excéntrico, piensa Leonor. Deja la carta y
desenvuelve el envoltorio. La tarta, tiene un aspecto delicioso.
Se dirige a la cocina con su obsequio de bienvenida.
Corta una rebanada, su sabor es un tanto especial, pero no desagradable, así
que da cuenta de la rebanada.
Días después, en la columna central del periódico
local, se lee:
“Otra
envenenada en la calle Florida 42. La policía no tiene pistas del psicópata de
la tarta.”
Lunaoscura
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