Todo lucía distante e irreal, tal vez, a causa de la luz mortuoria de la luna. Frente al gran ventanal, se hallaba una figura lánguida y oscura, estupefacto, Adán, pensó que se trataba de un ángel que venía por él.
En medio de su estupor, una voz etérea se escuchó. Encantada. Me llamo Saturnia y aunque tú no lo sepas, ya estoy muerta. Acércate, no tengas miedo, ven conmigo alcanzarán el conocimiento de la mentira y así comprenderán todo lo oculto. Toma tu lugar, conocerás el placer que anula la razón y sublima el cuerpo. Aprenderás que, el placer y el dolor surgen del mismo sitio, que se complementan y superponen, y al final, llegan a ser como uno solo.Aproxímate, mírame a los ojos, solo te haré poco daño, te cegaré y así me amarás.
La noche se tornó rojiza, avisaba el amanecer. Los ojos del insomne Adán, se concentraron con desesperación en aquel anuncio de esplendor. Íntimamente se alegró del nuevo día, pues aunque su soledad no tendría tan fácil solución como la luz, al menos se iría el fantasma que le hacía ilusoria compañía.
Lunaoscura
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