En medio de la oscuridad y en un
silencio absoluto, recorría cada una de las habitaciones de su casa, en cada
una había tantos recuerdos de los niños y de su esposa. La pena lo consumía
hasta hacerle rodar gélidas lágrimas. Su eterna nostalgia, lo mantenía atado a
esos muros solitarios.
Una tarde, ruidos desconocidos lo
alertaron… eran las risas de unos niños, que con algarabía corrían por todas
partes, mientras unos hombres acarreaban cajas y muebles, y detrás de ellos una
pareja.
¡Qué osadía!
Los desconocidos se instalaron, don
Andrés estaba furioso; por más que reclamaba por el allanamiento, parecía que
no lo escuchaban.
Conforme el tiempo pasaba, los nuevos
habitantes, se acostumbraron a los ruidos de la casa, en tanto, don Andrés, los
observaba, le recordaban tanto a su amada familia que, decidió volverse un
miembro más, para estar siempre en casa.
Lunaoscura
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