La vorágine de sonidos y siluetas me aturdía, pero quién me había mandado aceptar la invitación de Sofía, ahí en medio de ese ruido y de desconocidos, buscaba a mi amiga para despedirme. Recorría de una habitación a otra como un espectro que nadie podía ver o que a nadie le interesaba ver, cuando accidentalmente empuje a un sujeto que derramo el contenido de su copa sobre mi vestido, el contacto de la bebida con hielos, me arranco un suspiro. El hombre apenado, no dejaba de balbucear palabras incompresibles en tono de disculpa, mientras pensaba, “esta es la gota de derramo el vaso, me largo”. Sin intentar aceptar las disculpas, me di la vuelta buscando urgentemente la salida, estaba furiosa.
En el armario que estaba junta a la puerta, buscaba mi abrigo, cuando el hombre nuevamente se aproximó, me sorprendió con su disculpa, realmente no había puesto atención a su rostro en el momento de accidente, así que me quede parada tratando de entender que significaban sus palabras, al ver la expresión de mi rostro, comprendió que no entendía a qué se refería.
- Disculpa, soy el tonto que derramo su copa sobre tu vestido.
- ¡Ah! No te preocupes, yo tuve la culpa.
- ¡Te vas tan pronto, pero si la fiesta apenas comienza!
- Sí, la verdad solo acompañaba a una amiga, a la cual no veo por ningún lado. Es que así mejor me voy. Además, ni poeta soy.
- ¿Pero te gusta la poesía, supongo?
- Sí, un poco, escribo novelas, lo mío es más la narrativa.
- ¡Qué bien! Ya nos deleitaras con alguna de tus historias.
- No, cómo crees, aquí puro poeta.
- No te vayas, en un momento empieza la ronda de declamaciones, será divertido, quédate.
En eso estábamos, cuando de repente oigo mi nombre, era Sofía, que me estaba buscando. Acerco y le extendió la mano al desconocido.
- ¡Hola, soy Sofía! –inmediatamente, sin esperar respuesta, se dirigió a mí- ¿Dónde te has metido, llevo horas buscándote?
- ¡Hola, soy Steve! –fue lo único que alcanzo a decir, Sofía como siempre acaparo la voz.
- ¡Mucho gusto, soy Dany¡ - fue mi respuesta a la actitud grosera de Sofía, que incomoda por mi descortesía para con ella, me atravesaba con la mirada.
- Bueno, como ya todos somos amigos, vamos a tomar una copa y a escuchar poesía – Sofía, a ambos nos rodeó con sus brazos por la cintura empujándonos hacia la estancia.
Steve y yo, cruzamos las miradas en una expresión cómica por la situación y mi querida Sofía. No habíamos llegado a acomodarnos en un sitio, cuando nuevamente nos dejó, para ir a saludar a no quién. No pudimos contener la risa, esta amiga mía tan despistada y temperamental, pero era un encanto de ser humano.
La velada transcurrió, entre vino, poesía y unas cuantas situaciones melodramáticas que le dieron un sabor exquisito a la noche. Una vez, terminada la reunión, ya entrada la madrugada, nuevamente, me puse a buscar a mi amiga acompañada por Steve.
- ¿Dónde se metió esta mujer? Siempre es lo mismo, le voy a poner un GPS.
Al oír Steve, mi comentario soltó una carcajada, era tan gracioso pensar en ponerle un localizador a una mujer que no podía estar quieta ni cinco minutos. Finalmente, Steve le preguntó al anfitrión por Sofía, este informó que tenía como veinte minutos que se había retirado con un poeta invitado, se había ofrecido llevarlo a su hotel.
- ¿Cómo se atrevió? –estaba furiosa nuevamente- ¿Cómo cree, que me iré de este lugar?, ¡es una inconsciente!
Conteniendo la risa, Steve se ofreció a llevarme a donde le indicara.
- ¡Cómo crees, ya llamaré a un taxi, no te preocupes!
- Insisto, además te lo debo por, lo de la copa.
- Está bien, pero no es por lo de la copa, eres muy gentil.
En el trayecto, me entere que era de Londres, periodista de profesión, que hacía tiempo había dejado su profesión por la poesía, que su estancia en México, se debía a que recibiría un reconocimiento por parte de las autoridades de la cultura del país. Por mi parte, le comente que para ser inglés, hablaba muy bien el español, ya que si no hubiera sido así, ni una palabra habríamos intercambiado, mi inglés es fatal.
Realmente, fue divertido charlar con él, hasta el abandono de Sofía se me había olvidado.
Me despedí y le di la gracia, él antes de que descendiera, me pidió el número de mi móvil. De la bolsa extraje una de mis tarjetas y se la entregué.
A la diez de la mañana, el timbre del teléfono me despertó, era Sofía, quería platicar sobre la extraordinaria noche que pasó con su poeta extranjero, al oír lo entusiasmada que se oía su voz, sentí resentimiento, ni siquiera le interesaba como había llegado a casa. Seguía, oyendo su voz en el auricular, que deje sobre la almohada, me levante con un terrible dolor de cabeza, fui en busca de una pastilla mientras mi amiga seguía con su monologo, ni cuenta se había dado que yo no estaba atendiendo.
Retrasada, Salí corriendo de mi departamento, tenía múltiples cosas que realizar ese día. Como a las dos de la tarde recibí la llamada de Steve, me invitaba a comer, un tanto indecisa le dije que no podía, tal vez más tarde podría aceptarle un café o bien lo dejábamos para otra ocasión. Estuvo de acuerdo en vernos a las siete en el vestíbulo de su hotel.
Llegue puntal a la cita, los ingleses en cuanto a puntualidad tienen fama y no quería ser descortés. En efecto, ahí estaba como buen caballero inglés. Sin tener idea, a donde ir, decidimos caminar un rato por Paseo de la Reforma, la tarde estaba cálida.
Anduvimos, sin prisas disfrutando del paseo, ya entradas las ocho de la noche, nos dirigimos a un café de la Zona Rosa. Era tan ligera y agradable, intercámbianos, datos bibliográficos, sueños, miedos como si fuéramos viejos conocidos, su voz, su charla en verdad me resultaban tan agradables, que era una pena que en pocos días se marchara del país. Para cerrar la noche, me invito al evento donde le otorgaría el reconocimiento por su trayectoria poética. Era un honor, ser su acompañante, accedí de inmediato.
Diario, hablábamos y ocasionalmente nos veíamos, entre sus compromisos y mis deberes, había pocas oportunidades. El día de evento, llegó a recogerme a casa, vestido con un frac y una orquídea en la mano, era todo un caballero inglés, de esos de película. En el evento, jamás me dejo sola, me presentaba con sus amistades ensalzando mi trabajo literario, los que dicho sea de paso, nadie conocía. Ese hombre me encantaba de muchas maneras.
Al día siguiente, fuimos a desayunar muy temprano, a pedimento de él, ya que al día siguiente se iría del país y no quería perder los últimos momentos de su estancia ara estar conmigo. Fue, un día maravillosamente triste, cómo era posible que una vez en la vida, que había conocido a un hombre con esa sensibilidad tuviera que irse. Acordamos, tener comunicación constante y en la primera oportunidad, ya fue él o yo, viajaríamos para estar juntos.
A la mañana siguiente, pase muy temprano por él a su hotel para llevarlo al aeropuerto, durante el trayecto había un silencio incomodo entre nosotros. Finalmente, llegamos, lo acompañe hasta la sala de abordar, sentía un nudo en la garganta, creo que él igual se sentía triste, nos despedimos, él me dijo que en cuanto llegara se pondría en contacto conmigo. Con un beso en la mejilla sellamos nuestro pacto y se alejó.
Yendo de regreso a mi departamento, recibí la llamada de Sofía, que como siempre quería contarme de sus andanzas pero al parecer percibió algo en mi voz, que me pregunto si todo estaba bien, por un momento dude en decirle lo que pasaba pero no podía con el dolor que me invadía el corazón, así que le pedí que nos viéramos en mi casa, más tarde.
Fuera de su costumbre, Sofía llegó tan pronto como pudo, la tenía intrigada. Le conté, a grosso modo lo que pasaba, me había enamorado de un hombre que quizá no volvería a ver. Esperaba su burla, pero no fue así, se lamentó de la situación pero también me dijo que no perdiera las esperanzas, quien sabe si ese era el príncipe azul de mi cuento de hadas. Ambas, echamos a reír como unas tontas.
Durante los siguientes días y meses, Steve y yo mantuvimos comunicación. Unos días antes de Navidad, me llamó para preguntarme si me gustaría pasar las fiestas de fin de año con él.
- Por supuesto, que me gustaría pero…
- Nada de peros, ve a la dirección que te envíe un mensaje.
- ¿En un mensaje? ¿Qué lugar es?, ¿para qué?, ¿Qué estás planeando?
- Que vengas a pasar las fiestas aquí conmigo.
- Pero, es que en estos momentos… cómo te explico…
- No hay nada que explicar, excepto que tú no quieras.
- No, claro que quiero, pero… esté bien, iré.
Me presente al lugar, era una agencia de viajes en donde me esperaba el boleto para Londres. Estaba tan emocionada, era una locura, inmediatamente, le hable a Sofía para contarle.
- ¿Cómo, que te compro el boleto para Londres? ¿Vas a ir?
- Claro que voy a ir
- ¡Me sorprendes! Tú, te iras así nada más con un hombre que conociste unos cuantos días y con el que mantienes comunicación a distancias. ¿Estás loca?
- Si, tal vez, sí. ¿Estás conmigo o no Sofía?
- Claro que estoy contigo, pero… ¡Ay, amiga!
- Está dicho, me voy a pasar las fiestas de fin de año con Steve.
- Okay, vamos a preparar las cosas para el viaje… ¿Estás, segura Aida?
- Sí
Así las cosas, y no tan convencida Sofía y yo hicimos compras y demás preparativos para el viaje. El día del viaje, me llevó al aeropuerto. Con un semblante algo afligido, me pregunto.
- ¿Estás segura?
- Sí amiga, estoy segura, no te preocupes.
- Bueno, si llega a pasar algo, no dudes en hablarme que yo voy por ti.
- Gracias, eres un encanto, pero nada malo pasara. No te preocupes.
Me abrazo con tal fuerza, que parecería que iba a la guerra con la posibilidad de no volver; jamás había conocido esa parte tan protectora de mi querida amiga.
Llegué al aeropuerto de la ciudad de Londres a las cinco con treinta minutos del día veintidós de diciembre, en la sala de espera estaba Steve, todavía estaba oscuro y hacía frío. Recogimos el equipaje y nos dirigimos, supuse yo a su departamento, pero no llegamos a una casona de las afueras de Londres, la casa de sus padres.
Cuando entramos, nos dirigimos a la cocina por un aromático café, ahí estaba una pareja, los padres de Steve. Trague saliva, y miles de ideas me cruzaron por la mente. No hablaba inglés y ellos suponían no hablaban español y en calidad de qué me iba a presentar, me sudaban las manos.
Steve, me presento y nos sirvió de traductor, Mary me abrazo con entusiasmo… no entendía que le había dicho Steve, se veía emocionada. Robert por su parte, un poco más receloso me extendió la mano. Durante un rato platicamos… es un decir, el que realmente tenía trabajo era Steve, que nos traducía. Después, se despidieron y nos dejaron solos.
- ¿Quién le dijiste, a tu madre que era?
- ¡Ah! Simple, le dije que eras mi novia.
- Pero, ¿Cómo, si solo somos amigos?
- ¿No quieres ser mi novia?
- Me quede de una pieza, cómo decirle, que sí pero no- Bueno, sí pero…
- Nada de peros. Sí o no
- Sí, sí quiero ser tu novia.
Fue la primera vez que nos besamos, me sentía como en un cuento de hadas como decía Sofía, y él era mi príncipe azul.
No obstante, las dificultades con el idioma, su familia fue maravillosa, me dolió regresa a México, pero no fue por mucho tiempo. Ya que unos meses después nos casamos Steve y yo. Actualmente, tenemos diez años casados con dos hermosos hijos y Sofía, mi loca amiga es la madrina de ellos.
Lunaoscura
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