Ariana se encontraba sola y meditabunda, era víspera de su cumpleaños y, como todos o casi todos, hacía un recuento de su vida. Quería ser justa, no pretendía ser una víctima del destino ni una arbitraria con ella misma.
Era cierto que su historia estaba llena de épocas difíciles, pero también de metas alcanzadas. Esa síntesis de vida le producía un sabor amargo y dulce en el alma. Sensación que conocía de sobra y de la cual ya estaba cansada, era tanto como aceptar que solo tenía derecho a recibir de la vida una porción de felicidad. Era tiempo de romper esquemas, era tiempo de aventurarse a dejar en el pasado esos sinsabores que le restaban valía.
A fin de cuentas, que podría perder. Que la juzgaran, le recriminaran su “egoísmo” por buscar una nueva forma de vivir. Había cumplido con la mayor parte de sus deberes para con los demás y, el hecho de modificar conductas y rutinas no implicaba que se echara de cabeza a la aventura irresponsable. No señor, hoy con el camino andado, sabía bien lo que quería y que no estaba dispuesta aceptar de los demás.
Se levantó del sillón y se dirigió a su habitación. Lo primero, era deshacerse de cuanta chuchería tenía guarda, los recuerdos buenos o malos, ya los tenía grabados en la memoria no necesitaba de objetos inservibles. Hoy estaba decidida a no regresar las tarjetitas, las notas y quien sabe cuanta más basura.
Lleno unas cuantas bolsas de basura, cuando las dejo en el contenedor, tenía una sensación de liberación. Era increíble que el acumular cosas nos esclavice, pensó.
Los siguientes días, se dedicó hacer una depuración de contactos y amistades que solo ocupaban un espacio en su agenda. Finalmente, se tomó unos días de aislamiento, venía lo más difícil, terminar su relación con Saúl.
¿Relación? Pensó, cuál relación sí jamás demostró interés, solo aparece cuando necesita ayuda o se sentía emocionalmente mal. Una sonrisa se dibujó en su rostro- Más bien, era su puesto de socorro. En fin, no iba a caer en la trampa que ella misma se ponía para seguir en algo que solo le acarreaba tristeza e insatisfacción.
Tomó el teléfono y le marco. Del otro lado de la línea se escuchó.
- ¡Hola, mi amor! ¿Cómo estás?
- Bien gracias- respondió secamente- Quiero hablar contigo, cuándo podríamos vernos.
- ¿Qué pasa mi amor, te oigo seria, estás molesta? - preguntó con curiosidad-.
- No para nada, solo que me urge hablar contigo- respondió y guardó silencio-.
- La conocía y sabía que algo andaba mal, pero no tenía ni ganas ni tiempo de discutir- Pues, no sé, tengo mucho trabajo y los tiempos justos… qué te parece si te marcó en unos días, - hizo una pausa- porque no te había comentado salgo de viaje por dos semanas, ya sabes el trabajo.
- No te preocupes, es sencillo lo que quiero decir, -la voz le temblaba- espera poder decirlo de frente, pero dadas tus ocupaciones, te lo digo en este momento – trago saliva y respiró profundo- ¡Terminamos!
- ¿Qué dices? ¿Por qué estás enojada? ¿Ahora, según tú que hice? – su tono de voz denotaba molestia-.
- Nada, no hiciste nada. Simplemente me canse de sentirme desdichada, utilizada y sola.
- ¿Qué te pasa, estás loca o qué? – grita furioso-.
- Tal vez, pero no por tomar esta decisión, creo que es lo más cuerdo que hecho desde que estoy contigo, sino loca por haber aceptado ser un objeto en tu vida y no valorarme al aceptar tus migajas de “amor”. Sabes, no quiero discutir, simplemente esto se acabó. Adiós.
- Saúl, decía palabras sin sentido que denotaban rabia -se escuchó un clic como respuesta-.
Lo había hecho, estaba orgullosa de ella, adiós incertidumbre, miedo y tristeza. Si su destino era encontrar un buen amor, perfecto lo recibiría con los brazos abiertos.
Pero, ella era capaz de modificar su vida, dejando lastres atrás. Más que demostrado, hoy cumplía años.
Lunaoscura
No hay comentarios:
Publicar un comentario