El
viento gime envuelto en un halo húmedo y frío. Un portón es sacudido y golpea
una pared no muy lejos. Ariana, avanza
penosamente rodeada de extrañas sombras que parecen observarle con hostilidad.
Apenas puede ver hasta unos pasos delante de ella. Sus piernas flaquean.
Unos
pasos más allá, se encuentra con dos enormes cuevas que se asemejan a dos cuencas
vacías. En la parte de arriba, corre la avenida Camino Real a Toluca.
Decide
seguir adelante pegándose a una de las paredes de la calle. Sus dedos recorren con
rapidez las heridas del muro, palpando grietas, agujeros y deterioro. Un poco
más adelante, hay una puerta entreabierta.
Ariana
la empuja y consigue entrar en un estrecho pasillo. El viento aúlla al entrar
en la casa y ella se estremece. Su corazón late desenfrenado.
La
estancia está repleta de objetos extraños cubiertos de polvo y una alfombra
descolorida. Uno de los objetos brilla a pesar del polvo que lo recubre. El
objeto es cuadrado y tiene algo parecido a dos cuernos metálicos sobre él.
Decide
llevarse consigo aquella cosa, pero descubre que pesa bastante. Ariana tira de
ella y la levanta, cuando se dirige a la puerta algo tira de ella y se la
arrebata de las manos. El objeto estalla en pedazos y diversos objetos caen sobre
una puerta que es arrancada del enmohecido marco.
Ariana
grita y se encoje aterrorizado, pero pronto descubre que nadie va a atacarle.
No sin cierta dificultad consigue arrancar una cuerda de la caja cuadrada y
brillante, pero ahora, ya no es ni cuadrada ni brillante, está hecha pedazos.
Camina
sobre la puerta caída y entra en una pequeña habitación de paredes blancas,
llena de velas, veladoras y flores marchitas, y con una ventana al fondo.
Se
acerca a la ventana, solo ve la bruma parda y espesa. En ese momento, creyó
escuchar unos susurros. En un primer momento no sabe lo que es, pero aguza el oído,
y en efecto, se escucha una especie de letanía, recitada por varias voces.
Saca
medio cuerpo por la ventana, e intenta ver a través de la neblina, una vez que
sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, enfrente de ella están las dos
cuencas vacías, parecía que la observaban reprochándole su atrevimiento. Un escalofrío
le recorrió el cuerpo y desvía la mirada a la derecha, cuál fue su sorpresa, una
especie procesión de varias personas que cantaban al unísono una oración, se
iba acercando.
Silenciosamente,
se oculta para no ser vista. Minutos después, una veinte de personas vestidas
de negro y cubiertas con velos negros y de un caminar lastimero, desfilaban
frente a ella, para perderse en el fondo de las cuevas.
Una
vez, que entraron, un silencio profundo invadió el espacio por unos segundos,
para que acto seguido, gritos, llanto y lamentaciones se escucharan junto a un
ruido de metal retorciéndose y un sonido sordo.
A
Ariana, la sangre se le heló en las venas. Así que era cierto, siempre había
pensado que la historia era un cuento de niños, pero ahora no podía negar las
evidencias. Las lágrimas brotaron de sus ojos. Eran las almas en pena de las
personas que habían fallecido en el descarrilamiento del tren de la Venta en mil
novecientos cincuenta y tres.
Lunaoscura
loable y sentida manera de encarar un duro recuedo,,ny interesante.
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