Lo
conocí hace una semana en un bar. Ahí estaba él, con su media sonrisa, muy guapo,
tenía el cabello rizado y dos hoyuelos en las mejillas, aunque algo desalineado.
No me importó, los niños buenos nunca me llaman la atención, me gustan los
aventureros, los que no les importa que el viento los despeine, los que
disfrutan de su libertad.
Soy
tan terca como para quedarme en mi zona de confort, hacía no más de dos semanas
que había jurado, otra vez, que ya no lo volvía a hacer, pero igual, ahí estaba
de nuevo.
Me
armé de valor y me acerqué. Hola, le dije, él me sonrió y me dio la mano, me
dijo su nombre, pero no entraré en detalles. Me presenté y le invité una copa,
aceptó por supuesto. Platicamos toda la noche, bailamos e incluso me atreví a
robarle un beso, me dio su número y está de más decir que me fui a casa con una
sonrisa.
Al
otro día, la resaca me cobró caro mis osadías. ¿Sería prudente enviarle un
mensaje de buenos días? ¡No!, mejor espero, al menos hasta el lunes.
Todo
el domingo no puede pensar en otra cosa, me gustó mucho, es inteligente y
divertido. Sí… podría funcionar, pienso para mis adentros. Aunque cuando mis
amigas preguntan, digo que no es importante, “Qué rápido lo olvidaste”, se
burlan, hablan del imbécil con el que salía.
Al
otro día tengo escuela y después trabajo. En fin, le envió un mensaje, espero
que me recuerde. No tardó en responder, me dice que se la pasó muy bien. Le
respondo que quiero verlo otra vez y quedamos para el fin de semana.
¿Apenas
es martes?, bueno, como sea, seguimos hablando. ¿Qué hace, a dónde va, que le
gusta?, lo típico. No puedo evitar pensar que ya he estado aquí antes, pero
decido dejar que todo fluya.
Llega
la primera cita. Pareciera que hace meses que salimos, me gusta su sentido del
humor y cómo me trata, la cita termina. Nos despedimos, me abrazó y me dijo que
esperaba verme pronto.
Pasan
algunos días, no sé nada de él, pienso en escribirle, pero prefiero que él me
busque, ¿por orgullo? ¿por miedo?, no sé bien. Al fin, un día me propone que
vayamos al cine, por supuesto acepto.
Así
suceden varios días, entre películas, caminatas y canciones, han pasado varias
semanas. Los besos no se hacen esperar, primero muy suaves y luego un poco más
intensos, me gusta y sé que le gusto, aunque no me lo diga. Me doy cuenta
cuando me mira.
Anoche
durmió en mi casa, todo ha resultado tan natural. Me siento segura y comienzo a
bajar la guardia, ya no me da miedo iniciar primero la conversación, ni decirle
que estoy pensando en él.
Él
no es tan atento en ese sentido, pero cuando estamos juntos, todo cambia.
Mañana vamos a salir con mis amigos, quiero que lo conozcan. Unas horas antes,
me avisa de que no va a poder verme, me enfado un poco, pero lo dejo pasar.
No
hemos hablado, ni por el chat ni por teléfono. En gran medida, sé que, si yo no
inicio la conversación, él no lo hará, así que cedo de nuevo. ¿Por qué siempre
tengo que hacerlo?
Nos
volvemos a ver, todo parece que sigue en pie, me hace sentir que le importo, pero
el miedo me invade otra vez, no quiero ilusionarme… no puedo evitarlo.
Así
es siempre que alguien me gusta, me dejo llevar y cuando menos me doy cuenta me
vuelvo a estrellar. Voy entendiendo por qué en inglés se le llama crush, siento cómo mi corazón se estruja
cuando pienso en que podría no funcionar.
Aun
así, decido darle un espacio, quizá estoy intentándolo demasiado. Me llama un
día, un poco confundido; hace ya más de tres días que ninguno ha intentado
ponerse en contacto, le explico que he estado muy ocupada, aunque en realidad
quiero gritarle que tengo pavor de que se canse. Esto de vivir en un mundo en
el que disimular interés es la mejor manera de conseguirlo, se me da fatal.
Tengo
que admitir que me hubiese gustado que sucediera en otras circunstancias, pero
hemos recurrido al sexo para intentar decirnos todo lo que no hemos tenido el
valor de hablar… o quizá solo es lujuria.
¿Por
qué me invento guiones de película cuando me enamoro de alguien? Como me
disgusta, siempre estar esperando esos grandes momentos, como en los finales de
las películas.
Esta
semana casi no nos hemos visto, parece que ya no hay mucho interés. Quisiera
decirle que, me gusta estar con él y que quiero que se quede conmigo, pero no
me atrevo, soy tan…
El
fin de semana ha venido a quedarse, el sexo es increíble, pero parece ser el
único recurso tenemos. Hace dos meses que lo conozco y hemos pasado más tiempo
en la cama que hablando, no digo que me molesta, pero se vuelve un problema
cuando no compartes nada con el otro. No quiero esto.
Me
armo de valor y al fin me sincero, le digo que quiero estar con él. Me responde
que él no cree en las relaciones, que le dan mucho problema, que en cuanto las
personas se comprometen, la magia se va… ¡Imbécil!
¿Qué
se supone que hemos estado estos meses entonces? Me enfado, decido largarme
para recurrir como siempre a mis amigas. “Te mereces algo mejor”, espera, ya he
escuchado esto antes.
No
quiero verlo… Anoche vino a buscarme, dice que le importo, pero no quiere
lastimarme, que lo del amor no se le da bien. Le digo que conmigo puede
sentirse seguro, pero aun así se va… Creo que es una despedida, al mero estilo
de mi generación.
Días
después voy a buscarlo. Creo que todo puede solucionarse, pero el ciclo se
vuelve a repetir. Los primeros días todo parece marchar, y luego sin más dejo
de saber de él durante una semana.
¿Otra
vez? ya he estado aquí antes, empiezo a darme por vencida…
El
fin de semana siguiente, estoy en el mismo bar con mis amigas. Una de ellas me
pregunta por él, “creo que se terminó”, respondo.
Ya he estado aquí
antes, la misma emoción, esas cosquillas en el estómago, y la secreta esperanza
de que esta vez funcione…
Lunaoscura
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