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sábado, 21 de enero de 2017

Casualidades

Por esas casualidades de la vida, se conocieron. Ella mujer inteligente, independiente y con un dejo de melancólica locura. Él solitario, de sentimientos profundos, formación tradicional, con convicciones algo machistas e introvertido. Dos mundos antagónicos, dos almas solitarias, en busca de algo que rompiera la rutinaria de la cotidianidad.

Él dio el primer paso, fuera de sus expectativas, ella lo trató con amabilidad, tal vez, era otro de tantos que con una intensión morbosa la buscaba, ya estaba acostumbrada. Su táctica, ser educada, distante e intelectual, sabía que ese comportamiento lo desanimaría y se evitaría la pena de mandarlo al carajo.

Fuera de cualquier suposición, el primer encuentro transcurrió de lo más divertido, lo repitieron los días siguientes y cada vez era más divertido e interesante. El encuentro casual empezó a tomar matices de amistad con una incipiente intimidad.

No obstante, que la forma franca y directa de ella, ponía en jaque algunos puntos de vista de él, ahí seguía con una curiosidad por esa mujer. Por su parte, ella estaba fascinada, era una de las pocas personas que le seguía en sus discernimientos y saltos emocionales sin denotar cansancio o aburrimiento, además, tenía la cualidad de jugar, ¡se permitía jugar! Eso, para ella era genial.

Los meses transcurrieron, consolidándose esa amistad. Por primera vez, ella sintió libertad de mostrarse tal cual era, sin temor a ser juzgada o criticada, nada le importaba si él se alejaba, esta vez sería ella y si él no podía entender que se estaba brindando auténticamente no era su problema. Cuáles eran los pensamientos de él, no se sabe, era callado, pero sus facciones denotaban desconcierto, tristeza, solidaridad y tal vez, ternura por esa mujer

Como consecuencia, ella empezó a sentir algo por él, podría deberse, a que no encontró el rechazo a su ser, o tal vez, era momento de darse una oportunidad de experimentar sentimientos desconocidos, tal vez…

Sorpresivamente, para ambos, ella lo sedujo. Ella tan reprimida, tan insegura, pero lo hizo, él nervioso, incomodo, apenado, como adolescente en su primer encuentro. Toda una experiencia, donde los papeles se invirtieron.

Por primera vez, vio el pudor de un hombre. La timidez al desnudarse para ella, era tan sublime, tan bello. Experimento lo más maravilloso que un hombre le puede dar a una mujer.

La relación se transformó, en algo así como una complicidad, donde ella podía ser ella, una mujer y él la dejaba ser. 

La fue conociendo, vio lo vulnerable que era, lo frágil, no obstante, su locura, su humor ácido y su sentido melodramático lo divertían, lo impulsaban, lo retaban a ser él…

Pero, él comenzó a desear algo más real, necesitaba algo más que lo hiciera sentir vivo, las citas con ella eran insuficientes, las circunstancias de ambos hacían imposible una relación real y plena. Él necesitaba algo más y ella, no podía dárselo, además, había alguien que le llamaba la atención, así se lo comento. 

Ella, era consciente de eso, en su filosofía de vida, existía un principio, “lo que no das, no lo quites”. Así que, le propuso desaparecerse de su vida y darle el tiempo y la libertad para ser feliz. Él dudó, por una parte, no la quería perder, pero deseaba ser amado y amar plenamente.

Ella lo entendía, opto por callar y dejar que las cosas se acomodaran. Él se volvió distante, desaparecía y aparecía. Ella solo esperaba el momento en que ya no apareciera, conocía los síntomas de una ruptura inminente.

A pesar de que parecía que se acercaba el final, tenían que agradecer a esas coincidencias de la vida. Ambos conocieron otras realidades y descubrieron nuevos sentimientos y sensaciones, que recordarían cuando levantaran la vista al cielo y observaran la luna.


Lunaoscura

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