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jueves, 15 de septiembre de 2016

¿Y ahora qué?

Algo le privaba de movimientos, por más que lo deseaba, era incapaz de moverse un milímetro, además, le resultaba difícil ver. Poco a poco, una oscuridad se iba apoderando de él. Súbitamente, sintió un escalofrío, en ese momento supo que nunca más iba a sentir hambre, sed, dolor, o cualquier impulso o sensación natural propio de todo ser viviente.

Su frustración aumentaba por momentos y al mismo tiempo lo hacía su resignación, de nada servían los lamentos y las frustraciones. Ya no tenían ningún valor sus experiencias vividas y, aunque recordaba sus sueños, poco a poco dejó de darles importancia. 

Estaba en esas cavilaciones, cuando escucho una voz cavernosa y profunda que decía.

- ¡De nada sirve permanecer donde ya no perteneces!

Aguzo el oído a fin de saber de dónde provenía la voz, pero provenía de todas partes.

Su inmovilidad desapareció, aunque todavía se sentía dominado por la sensación escalofriante. Advirtió que estaba en un vacío, sin embargo, se mantenía firme, pero no parecía que estuviera sobre un suelo. Tampoco había nada a su alrededor, al menos, eso era lo que captaba su vista. 

Sin pensarlo más, comenzó a caminar por aquella oscuridad infinita, sin saber dónde se encontraba ni tener fijado un lugar de destino concreto.

Mientras caminaba, se preguntaba ¿sí ese sitio tan sombrío era el cielo? Inesperadamente, se escuchó nuevamente la voz.

- ¡Me temo que no! ¡Qué ingenuo! ¿Acaso esperabas un paraíso? 

- ¿Quién eres? —preguntó afligido y, un poco molesto.

- No soy nadie —contestó el ente con firmeza—. Igual que tú.

En ese momento una figura con vestiduras negras cuyo rostro lo cubría una capucha se plantó delante de él.

Con resignación acepto que había muerto. Lo último que pudo ver antes de ser envuelto en una oscuridad profunda fue a sus familiares y allegados que estaban presentes en su funeral. Quiso acercarse a ellos, dirigirles algunas palabras, pero nadie le veía ni le oía.

En silencio siguió a su anfitrión.


Lunaoscura

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