Mientras la luna henchida y orgullosa,
brilla en las cornisas sucias de la ciudad que duerme. La cercanía a la muerte
alarga las últimas horas.
Salvador, sube y baja por la larga
hilera de asfalto, la noche es suya. Sus párpados, lo traicionan, un sopor dulzón
lo envuelve en una calma amortiguada por la distancia y la quietud, empapándolo
con una luz cálida.
Un destello de luz y el crujido del
asfalto. Un golpe y un lamento seguido de un largo instante.
Todo es negro.
La cómplice de la noche, exhausta alza
el vuelo hacia el incipiente ocaso.
Lunaoscura
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