El ambiente, huele a
hojas añejas, a horas de insomnio, café, vino y tabaco. Sobre una mesa, al lado
de una destartalada máquina de escribir, yacen cientos de hojas apiladas, llenas
de garabatos cargados de recuerdos, anhelos o historias inventadas.
Denes, extiende la
mano, elige un legajo al azar, se quita los anteojos, con desenfocada mirada, lee
diligentemente el manuscrito y su memoria se remonta a esas noches, en que plasmaba
en papel toda esa pila de ideas que acrecentaron su amor por la escritura.
Ni tanto vino y la melancolía,
puede hacer que ignore el destello de los incesantes relámpagos, siempre
oportunos para reflexionar. La tormenta está próxima, pero nada lo disipa de su
pensamiento tan molestamente punzante como una espina que no asoma.
Sus obras tendrán el
potencial para sobrevivirlo y dejar un legado. Denes, se ha convertido en un
escritor escéptico y cansado que, descree en el entusiasmo de generaciones
venideras por la literatura, solamente puede imaginar a su obra haciéndose
polvo a la par de sus huesos.
La única satisfacción que
le queda es seguir escribiendo y de vez en cuanto nutrir su ego con los tibios
y cálidos elogios por alguna aparición en la revista local.
Lunaoscura
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