En
la sala de vuelos internacionales, Luz se encontraba ansiosa y asustada,
esperando al hombre con el que, hacía más de un año mantenía una relación en
línea. En esos momentos de espera, su mente racionalizaba, “no lo puedo negar, no nos conocemos realmente y si al verme la
expectativa que se ha formado de mí se derrumbaba”.
La
ansiedad, le hacía que las manos le sudaran y tuviera el deseo de retirarse,
pero cómo, si venía de tan lejos, eso no era correcto, ni modo, haría frente a
la situación sin forzar nada.
Sus
pensamientos y miedos, fueron interrumpidos por el anuncio del arribo del vuelo
526 procedente de Sudamérica. El pánico se apoderó de ella, respiro profundo
como una condenada a muerte.
Personas
salían hasta quedar pocas en la sala, no lo veía. Sería que no había tomo el
vuelo, la idea la tranquilizo y a la vez la entristeció. Estaba a punto de
marcharse, cuando detrás de ella escucho su nombre. Al girar, ante ella estaba
Julio con una sonrisa de oreja a oreja. No sabía cómo saludarlo, era un manojo
de nervios, por unos segundos se pasmó, haciendo un esfuerzo, se controló, saludándolo
cortésmente, le dio la bienvenida.
Él,
un poco sorprendido con el recibimiento, no forzó la situación, se enfilaron
rumbo a la salida, platicando del viaje. Abordaron un taxi del aeropuerto para
dirigirse al hotel en donde Julio se hospedaría.
Conforme
pasaba el tiempo, Luz se tranquilizaba, la plática se volvía cada vez más relajada;
no perdía oportunidad de hacerle de guía de turistas, señalado los lugares
destacados que se encontraban por el camino.
Finalmente,
llegaron al hotel, en la recepción Julio se registró, un muchacho cargó sus
maletas y los guío a la habitación. Una vez que se quedaron solos, fue un
momento incómodo, Luz nuevamente entro en pánico y Julio estaba nervioso. Julio
trato de relajar la situación, preguntándole por el trabajo. Cuando el tema se
agotó, Luz lo invito a comer y a dar un paseo por la ciudad.
Ambos,
salieron rumbo a un restaurante de comida mexicana, disfrutaron de la comida y
la plática. Después, se trasladaron al centro de la ciudad, durante horas,
caminaron por las calles disfrutando de la arquitectura y la romería
característica del lugar.
Llegada
la noche, Julio invitó a cenar en el restaurante de su hotel. Entre poesía y
unas copas de vino, ambos se relajaron comportándose como siempre lo habían
hecho en esas eternas pláticas en línea.
Julio
tomó la iniciativa, le dio un beso, a Luz la tomó de sorpresa estremeciéndola,
poco a poco, el sentimiento que había nacido entre ellos se hizo manifiesto.
Había
llegado el momento de estar juntos, ambos subieron a la habitación. Fue un
encuentro lleno de ternura y pasión. Al fin podían demostrarse cuanto se
querían y se deseaban.
A
la mañana siguiente, Luz le propuso que fueran a desayunar a Xochimilco, al sur
de la ciudad, pero antes iría a su casa para cambiarse. Él le pidió que trajera
unos cuantos cambios, por unos momentos, dudo, pero al fin y al cabo, estos
días eran para estar juntos, por lo que accedió.
Con
maleta en mano, regreso al lado de Julio, se arreglaron y salieron rumbo a
Xochimilco, el día era soleado y el paseo por las tragineras lo disfrutaron
como niños en excursión. Los días siguientes, recorrieron diversos lugares de
la ciudad y sus alrededores, y en las noches, compartían de sus lecturas y su
amor.
Para
el fin de semana, decidieron alquilar una cabaña en Mineral del Chico, Hidalgo,
así que el sábado muy temprano salieron. La cabaña era acogedora, el olor a
bosque, el frescor del ambiente y la belleza del paisaje, hacían que una de sus
fantasías se volvía realidad.
El
aislamiento, permitió que se conocieran realmente. Él, era un hombre maduro, de
pensamiento profundo, romántico, tradicional, mesurado con una vena aventurera.
Ella, era explosiva, locuaz, observadora y racional. Ambos eran opuestos pero, se
complementaban, además, de que deseaban que esa relación fuera el fin de la búsqueda.
De
regreso a la Ciudad de México, Luz organizó una reunión en su casa, quería que
Julio conociera a sus amigos y familiares. Así las cosas, para el penúltimo día
de la estancia de Julio, disfrutaron de una noche bohemia.
Al
día siguiente, fueron al hotel para organizar el equipaje, el vuelo salía a las
siete de la noche. Su despedida, fue emotiva llena de ilusiones y planes para
el futuro, más estaban conscientes que todo dependía de las circunstancias.
Con
un beso tierno se despidieron, él marchaba a su mundo y ella lo observaba
alejarse tras la puerta de los vuelos internacionales. ¿Una aventura o el
inicio de algo? Solo el tiempo lo diría, más lo vivido nadie se los quitaría.
Lunaoscura
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