No era una mañana más, tenía algo
especial. Era silenciosa, densamente silenciosa, el único sonido era el
chisporroteo de las aguas del río.
Me levantó de la cama y salgo de
la choza, algo muy fuerte se apodera de todas las arterias de mi corazón, la
presión me llega al pecho, pasan los segundos y cada vez es más fuerte la
presión que siento. Mis ojos quieren explotar, la cabeza me duele, no puedo
hacer nada. Trato de calmarme, de repente, miró hacia el final de la vereda,
observó a una sobra enorme que cruzar el camino, de caminar pesado y lerdo, esa
criatura emite sonidos guturales, parecidos a lamentos. Aturdida, retrocedo…
¿qué diablos, fue eso?
Estoy sola, no sé qué hacer, ni
qué pensar; tengo que llamar a alguien, pero ¿a quién?, los demás se han
adelantado en la expedición.
Mis manos comienzan a temblar, mi
corazón se vuelve agitar sin control. Me siento en una silla y trato de volver
a la normalidad. Ya más relajada, pienso, ¿será mi mente qué, quiere apoderarse
de mí en esta mañana? No puede ser. Tampoco estoy loca, bueno eso creo…
De pronto, escucho el crujir de
una rama, rápidamente un escalofrió se apodera de mí; miró de reojo unos pies
desnudos que cruzan. Algo anda mal…
Un viento feroz azota el
albergue, entran hojas y pequeñas ramas. Asustada y desesperada, comienzo a
gritar ¿Dios mío, qué está pasando?
El viento desaparece, noto que,
en la entrada de la cabaña hay un papel. Sorprendida y con la boca abierta,
miro por más de un minuto. Rompo a reír a carcajadas, es la histeria que se ha
apoderado de mí.
¿No puede ser?
Con una letra casi inteligible, leo “llegó el momento”
En ese preciso instante, se oye un crujido en el suelo, todo empieza a temblar.
Angustiada, pienso que se trata de un temblor, salgó trastabillando de la
choza, afuera todo es alboroto. Los animales salen de sus escondites y huyen
despavoridos.
Como puedo, me alejó a toda prisa, a mis
espaldas escucho la choza caer al suelo, volteó, sorprendida observó que algo
germina de la tierra.
Un resplandor me ciega, pero puedo distinguir
una especie de nave traslucida, de consistencia coloidal que se eleva a unos
cuantos metros del suelo y se mantiene estática ahí, después de no sé cuánto
tiempo, algo se despliega de ella, es una rampa que se apoya en el suelo. Miles
de luces provenientes de todas partes, se introducen en la nave.
Todo ha quedado en silencio, un silencio que
cala los huesos, no puedo moverme, estoy clavada al suelo, del artefacto salen
unos seres humanoides traslucidos con grandes ojos, color de fuego. Sin poder
moverme, uno de ellos se dirige a mí, estoy en estado de conmoción; con voz
metálica el ente me dice: “No hay salvación”
Acto seguido, regresa a la nave, yo caigo
desmayada. Cuando recupero la conciencia, me encuentro en la choza nada había
cambiado.
Lunaoscura
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