Esa tarde el cielo se caía a
cantaros, el ambiente estaba frío y húmedo, de vez en cuando el cielo se
iluminaba con los rayos, en el pórtico de un edificio estaba Martha, se
resguardaba del clima.
Titiritaba de frío, y cómo no,
con esa diminuta indumentaria, pero no había de otra, tenía que trabajar; sus
compañeras, no se veía, tal vez, se habían refugiado en alguna tienda o en el
hotel de la esquina. Ella, no se podía darse esos lujos, tenía que sacar la
cuota, de lo contrario Ricky, se iba a enojar, la sola idea, asustaba a Martha.
Con esos días, los clientes eran
difíciles de hallar, además era todavía temprano, espera que más entrada la
noche, su suerte cambiara. De su bolsa, saco un cigarro, no le quitaría el
frío, pero al menos la distraería, se acurrucó en el fondo de un zaguán, solo
esperaba que no la echaran de ahí.
El tiempo pasaba y la oscuridad se
iba apoderando del escenario; entumecida, decidió salir de su refugio, una
ráfaga de aire le cruzó el cuerpo, sintió entumecido el cuerpo. Ni sus
compañeras ni clientes, se veían por ahí, solo vehículos que circulaban por la
avenida y unas cuantas miradas curiosas asomadas por las empañadas ventanilla.
Mientras, caminaba por la acera,
buscaba en su bolsa algo de dinero, deseaba tomar aunque fuera un café de
máquina, de esos que venden en la tienda de la esquina. Encontró, como cuarenta
pesos, eso era suficiente para un café, se dirigió a la tienda, fue
directamente a la máquina expendedora, el encargado la miró con disgusto, no le
dijo nada.
Tomó un vaso térmico mediano, con
lo que tenía le alcanzaba para uno de ese tamaño, lo lleno del líquido oscuro y
humeante, le adicionó azúcar y crema, lo cerró y se dirigió al mostrador. Ya en
la calle, le dio un sorbo, sintió como el café se resbalaba por su garganta y
un calor invadía su cuerpo. La lluvia, había parado y empezaban a transitar
personas por la calle, pensó que se estaba componiendo la noche.
Se dirigía al pórtico, que la
había guareció del mal tiempo, estaba a punto de llegar, cuando del edificio
salían unas personas que la vieron con cara de pocos amigos. Para evita
problemas, siguió caminando, mientras disfrutaba su café; de repente un carro
se le emparejo, ella se detuvo, él sujeto preguntó, ¿estás trabajando? “Claro,
cariño qué se te ofrece”
El hombre detuvo el vehículo,
abriendo la portezuela. Ella suspiro, tiro su café y abordo el vehículo. Este
se alejó entre la bruma de la noche húmeda y fría. A la mañana siguiente, dos pequeños esperan a
Martha, pero ella jamás volvió.
Lunaoscura
No hay comentarios:
Publicar un comentario