En el rincón de la taberna del
muelle veintiséis; fumando y bebiendo unos tragos está Fidel, hastiado de lo
cotidiano se vino a refugiar; con mirada taciturna observa el ir y venir de los
parroquianos.
El lugar está concurrido, el
ambiente huele a tabaco y pescado, al fondo se escuchan los acordes melancólicos
de un viejo tango.
La noche transcurre sin novedad,
de cuando en cuando, saluda algún conocido. Han trascurrido algunas horas y
unas cuantas copas. Considera que es momento de irse, pide la cuenta, mientras
espera algo llama su atención en la barra.
Agudiza la vista, observa a la
hembra más hermosa que jamás haya contemplado, está platicando con unos amigos.
Por unos instantes, se queda turbado, con la sensualidad que de ella emana. No
puede perder esa oportunidad, armándose de valor, se levanta decididamente.
Se encamina al lugar en donde se
encuentra, no le quita la mirada de encima. Ella se percata de su presencia, en
una muestra de coquetería, le guiña. Fidel le responde con una sonrisa,
continua caminando, a la vez va pensando que la vida le sonríe.
Sin mediar palabra, la toma del
brazo llevándola a la pista de baile. La ciñe por la cintura; moviéndose
cadenciosamente al ritmo de la música, entablan un diálogo sin palabras. La
melodía termina, ellos se enfilan a la salida.
Repentinamente, el lugar es
invadido de un vaho de muerte, entre gritos de angustia y miedo, todos corren
para salvar sus vidas. ¡Todo es un caos! Fidel, accidentalmente suelta la mano
de Zenaida, desesperado da vueltas sobre su propio eje, tratando de
localizarla, en esa masa amorfa de entes, todo es en vano.
Finalmente, cuando todo pasó, en
medio de un silencio escalofriante, se observan los cuerpos inertes de cientos
de cucarachas, que son arrastrados por la escoba, entre ellos, se encuentran el
de Fidel y Zenaida.
Lunaoscura
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