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miércoles, 1 de abril de 2015

Pancista

Hoy, hacia un poco más de un año que, la relación con Daniel había terminado.

En un principio, los silencios se prolongaron, así como las ausencias, ella intuía que algo andaba mal, las veces que se atrevió a preguntar, la respuesta era siempre la misma “las cargas de trabajo y otros problemas”.


Hasta esa mañana, en que repentinamente le llamo Daniel para invitarla a tomar un café, sintió que el corazón se le estrujaba y el estómago le dio un vuelco… había llegado el momento.

En la cafetería trato de actuar con normalidad, platicó de los últimos acontecimientos del trabajo y demás banalidades, Daniel, solo guardada silencio.

Estaba claro que el motivo de la invitación, no era los embates de su día, es que así, respiro hondo y dijo:

 -       ¿De qué, quieres hablar?

El rostro de Daniel se tensó, con la cabeza gacha, empezó a hablar.

    -  Sabes he tenido problemas con mi hijo y su madre, está incorregible, según me contó su madre, se presentó en estado de ebriedad. Hable con él y entre otras cosas, me pide que le dedique más tiempo. ¡Tú sabes!

Al oír eso, ella sintió que le quitaban un peso de encima, entendía perfectamente su preocupación, pero eso no implicaba que su relación terminara, quizá se reducirían el tiempo de estar juntos.

Con ánimo conciliador, le dijo:

-   Entiendo, hay que ver la forma de ayudarlo, no te preocupes todo saldrá bien.

Ella, le tomo la mano, a fin de mostrarle su apoyo, Daniel, no levantaba la vista de la taza de café.


Esa actitud, le aviso de que había otra cosa más, después de unos minutos en silencio, le pregunto.

-   ¿Qué, es lo que propones?

Daniel, no respondió, fue ella la que hablo.

-        ¿Quieres qué, terminemos?

Dentro de ella, esperaba que le dijera que no, solo que le diera más espacio o que le ayudará con esa situación.

Él, levanto la vista y con un movimiento de cabeza, afirmo.

Al ver ese movimiento, sintió que se hundía en su asiento y una punzada le atravesaba el corazón. Tomando fuerzas de la flaqueza, dijo con voz entre cortada.

-                    Entiendo, no hay problema, primero está el niño.

Al ver su semblante, Daniel se apresuró a decir.

-                    Necesito pasar más tiempo con él, tal vez más adelante… no te quiero perder, pero…

Mientras, él hablaba, ella hizo un recuento de los últimos días, no le respondía las llamadas, las pláticas eran monólogos y cuando estaban juntos, él estaba ausente, era obvio que ahí había más que un hijo rebelde. No merecía eso, es que así, con más deseos de convencerse que convencer, comento.

-                    No hay problema, no pasa nada… bueno, -extendiendo su mano- aquí tienes a una amiga.

Daniel, dudo y sus ojos denotaban tristeza, más no le dio la mano, ella se la tomo.

Con un nudo en la garganta, ella se levantó, diciéndole.

-   Me voy, tengo varias cosas que hacer, ya sabes.

Él cabizbajo, se quedó en silencio.

Cuando ella dio los primeros pasos para alejarse de la mesa, Daniel se levantó y la abrazó como nunca la había abrazado, le susurró al oído, ¡te quiero mucho!

Esas palabras, le inundaron los ojos y el corazón, deseo que él se retractaré, pero no dijo nada más.

Fue un momento doloroso para los dos, pero la decisión estaba tomada.
Él se separa, tratando de parecer normal, comento.
-       Yo, también me voy, tengo una junta.

Ambos, salieron en silencio, en la calle, él fue el primero en despedirse, dándole un beso en la mejilla, le dijo.

-       ¡Adiós!

Ella dibujó una leve sonrisa, respondiéndole.

-       ¡Adiós!

Se alejaron en sentidos opuestos.

En efecto, tenía mil cosas que hacer, pero en ese momento, lo único que quería era irse a su casa. El resto del día se pasó llorando, sentía un dolor muy fuerte en el corazón, hasta que se quedó dormida.

Los días siguientes fueron un suplicio, si bien trataba de cumplir con sus obligaciones, las lágrimas le brotaban en cualquier momento.

Después de un tiempo, se apoderó de ella, un sentimiento de enojo, entendía su situación como padre, pero eso no justificaba que la tratara como algo desechable… qué más adelante…, o sea, la colgaba en el perchero…

Decidió darle vuelta a la hoja, meses después, andando de compras, estaba viendo unos aparadores, cuando de momento en la acera de enfrente estaba Daniel.

El corazón le dio un salto y un escalofrío la recorrió, se quedó clavada a la acera, no sabía, si hablarle ni si él, la había visto, estaba hecha un lío, cuando se percató que él no estaba solo. Iba con una mujer tomado de la mano y frente a ella la besaba.

Sintió de todo, sorpresa, dolor, rabia… era un mentiroso.

Ellos, siguieron su camino ni cuenta se dieron de su presencia, mientras ella, estaba en shock, después de unos minutos, como autómata continúo su camino.

Los días siguientes, se sentía invadida con sentimientos contradictorios que, iban del despecho a la culpa, no obstante, trataba de seguir con su vida.  Una tarde estaba con una amigas tomando café, cuando sintió un beso en la mejilla, de momento pensó que se trataba de alguna amiga que había llegado retrasada, volteo para saludarla. El que la había besado, era Daniel, la sonrisa se le congelo y las facciones de le endurecieron.

Con mirada expectante, Daniel, le pregunto.

-       ¿Cómo estás?

Ella más fría que un glacial, le respondió, secamente.

-       ¡Bien!

Volteando para continuar la platica con sus amigas. Daniel, se alejó sin decir nada.

Sus amigas, con curiosidad le preguntaron.

-       ¿Quién es él, qué pasó?

-       ¡No pasa nada y él no es nadie!

Tiempo después, recibió una llamada de Daniel para saber como se encontraba. Ella, solo colgó.

Hubo un nuevo intento de acercamiento por parte de Daniel, un sábado por la noche, tocaron el timbre, ella no esperaba a nadie, no obstante, abrió la puerta.

Ahí estaba Daniel con una esplendida sonrisa y un envoltorio en las manos, ella automáticamente intento cerrar la puerta, pero él, la detuvo, le pidió que le permitiera hablar.

A pesar de todo, por una extraña razón lo dejó entrar. Inmediatamente, Daniel entregó el paquete, diciéndole.

-       ¡Es el libro, que me comentaste que deseabas leer!

-       ¡Gracias! -fue lo único que pudo expresar.

Con un ademán, lo invito a sentarse. Él obedeció.

El ambiente era tenso, pero Daniel, fue el que primero en iniciar la charla, ella respondía con simples monosílabos.

Hasta que este, empezó a platicar de su hijo y los avances logrados. Ahí fue, cuando ella sintió que la sangre se le subía a la cabeza, recordando lo que algunos meses atrás, había visto.

De golpe, detuvo la platica, pidiéndole que se fuera, él la conocía y sabía que algo la molestaba, con ese conocimiento, le pregunto.

-       ¿Qué pasa, qué te molesta, dime no entiendo?

En un arranque de indignación, le dijo lo que había visto y la conclusión a la que había llegado.

Daniel, enmudeció no sabía qué explicación dar. Ella nuevamente, le pido que se fuera, él se levantó y salio en silencio sin decir palabra.

Así las cosas, ella continúa con su vida y de Daniel no supo nada más. Todo hacía suponer que, ya había pasado… hasta que el día de ayer, nuevamente Daniel apareció y sin consideración alguna, le pido que regresaran.

A pesar del tiempo, ella no había logrado olvidar cierto sentimiento hacia él. Nuevamente, se sentía confundida, por una parte su sentido común le decía que se fuera al diablo y por otro lado, su corazón quería perdonarlo.

Sin definir nada y con el deseo de comprobar la veracidad de sus sentimientos, acepto una invitación de él. El día que se reunieron, él ya no parecía tan interesante ni cálido como lo recordaba, de hecho, había algo de petulancia en su actitud. La comida transcurrió sin mayores ni mejores expectativas; quedaron en volver a salir.

Acordaron que, él la llamaría, los días pasaron entre llamadas y mensajes, sin que ninguno de los dos decidiera acordar la próxima cita, el tiempo paso, ella conoció a un hombre que la cautivo. En cuanto a Daniel, al parecer sigue de un amorío a otro.

Como dice, un refrán mexicano, “perro que se enseña a comer huevo, ni aunque se le queme el hocico”.


Lunaoscura

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