Joel había decidido hacer un
viaje al Perú, estaba interesado en la zona arqueológica de Tambo Colorado,
pero antes de dirigirse a ese lugar, decidió pasar unos días en la localidad.
A su llegada, conoció a Juan,
sería su guía. Lugareño que lo pondría al tanto del folclore y tradiciones.
Durante los días siguientes,
ambos hombres recorrieron los sitios de interés, una noche cuando cenaban en la
casa de Juan, salió a la plática una leyenda del lugar. Se refería, a una mujer
vampiro que había maldecido con regresar de la muerte y vengarse de aquellos
que fueron responsables de su muerte.
Joel, como buen arqueólogo, se
interesó sobre el tema, le pidió a Juan que al día siguiente, lo llevara a la
tumba de esa mujer, el guía no estaba del todo convencido, si bien se trataba
de una leyenda, no fuera ser…
Con todo, a la mañana siguiente
se dirigieron al panteón, la tumba mostraba un profundo abandono, se encontraba
en la parte más lejana y solitaria del panteón.
Estaba construida en mármol
negro, coronado por una losa del mismo material. En la losa había un conjunto
magnífico de figuras. Entre las que destacaba una hermosa joven y a su lado un
enorme perro, mostrando los colmillos y la lengua. El grupo de figuras, aunque
admirable por su ejecución, deja una sensación desagradable. En la lapida se
podía leer:
“Por amor a los muertos y el bien de los
vivos, dejad este sepulcro sin tocar, y su ocupante sin molestar hasta la
vuelta de Cristo, en nombre de Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”
Joel, le comento a su acompañante lo extraordinario del trabajo y lo enigmático de la inscripción. Juan, solo se santiguaba, estaba verdaderamente asustado.
Con voz, afectada, le pidió que
se retiraran del lugar, no queriendo mortificar al pobre Juan, Joel accedió. El
día transcurrió, sin más contratiempos, Juan le contó la leyenda que rodeaba a
la tumba, según la cual, se dice:
Nació en Inglaterra, criada en el seno de
una familia pudiente. Era conocida por su obsesión por las prácticas de
brujería y magia negra e inclusive relacionada con la adoración a Satanás. Fue
asesinada de forma violenta por sus vecinos en el año 1893, en su terrible
agonía juró regresar del más allá en el centenario de su muerte para castigar
el crimen que contra ella perpetraron.
Tanto el pueblo como su propia familia, no
querían conservar cerca los restos del cuerpo, por miedo a las amenazas que
ella pronunció antes de exhalar el último hilo de vida. Entonces, decidieron
enviar su cuerpo a las costas del Perú. Depositando su féretro en el cementerio
de la localidad de Pisco.
Según Juan, en esos días, se
cumplía el centenario de su muerte, razón por la cual, los habitantes estaban
muy preocupados y apurados por proteger sus hogares. Hasta, habían solicitado a
la iglesia que realizara una serie de rosarios, otros habían consultado a unos
brujos, pidiéndoles que elaboraran
amuletos de protección.
Esto, lo único que hacia era
acrecentar el interese de Joel. Sabiendo de ante mano, la respuesta de su guía.
Joel el pidió que lo acompañara esa noche al panteón.
El rostro de Juan, se transfiguró,
estaba pálido con los ojos abiertos como si hubiera visto un fantasma, era
evidente su miedo. Joel, le repitió su solicitud.
Juan, respiro profundamente, como
para tomar valor, y le dijo.
-
¡No! Con esas cosas no se juega.
Joel, estaba a punto de soltar
una carcajada, pero al ver el rostro de su acompañante, se contuvo. Optando,
por dar una explicación lógica al hecho.
-
Solo se trata de una leyenda, que generalmente
refleja la imaginación de quien la creo. Vamos, no puedes creer en eso, son
charlatanerías.
Durante un buen rato, ambos
hombres guardaron silencio, hasta que, Juan, no muy convencido, le dijo:
-
Esta bien, te acompaño, pero si vemos algo raro salimos
inmediatamente de ahí.
-
Esta bien, hombre, no te preocupes, no va a
pasar nada.
Así pues, al llegar el crepúsculo,
los hombres estaban en el cementerio. Todo estaba tranquilo, hasta que los estremeció
el aullido de, aparentemente, cada perro del pueblo. Duró entre diez y quince
minutos, para luego cesar tan repentinamente como comenzó. Esto, y una curiosa
niebla que se ha levantó alrededor de la iglesia, hizo que Joel, se sintiera ansioso
acerca de la tumba.
Justo antes de las diez de la
noche, hubo otro arrebato de aullidos. Comenzó con una lamentación que helaba
la sangre, en la vecindad del cementerio. El coro duró solo unos minutos.
Casi a medianoche, una figura
oscura, emergía de la niebla y alejaba rápidamente hacia el descampado.
Joel, estaba intrigado, qué era
eso. Juan, estaba petrificado, temblando como una hoja, Joel, le tomó del brazo
a fin de tranquilizarlo.
Pasada media hora, se sentían
cansados, Joel pensó que quizás después de todo no verían nada esa noche.
Sin embargo, poco después una
niebla ligera, se levantó de la tumba, parecía centellear y chispear a
medida que se alzaba en una especie de espiral.
Joel, no dijo nada, pero oyó a
Juan dar un jadeo, mientras aferraba su brazo con fuerza.
Con todo, ambos hombres se
acercaron a un metro de la tumba. Un olor frío y húmedo impregnaba el lugar, haciendo
erizar el cabello y estremecer el cuerpo. Entonces, apareció frente a ellos,
una figura.
Juan, murmurar una plegaria, Joel
lo sostenía con fuerza del brazo, porque temblaba violentamente.
Mucho antes de que pudieran distinguir la silueta, observaron unos ojos brillantes y el carmesí de su boca sensual.
Era una mujer que se dirigía directo
a ellos, con una sonrisa amorosa, estiró sus brazos. Alrededor de su boca había
una espuma sanguinolenta, y de debajo de sus labios asomaban dientes
puntiagudos.
Les habló con una voz suave,
cargada de un hechizo que afectó a ambos, y particularmente a Joel. Su voz
tenía un efecto soporífero, la cual no pudo resistir el arqueólogo, estaba en
una especie de trance, más que eso, parecía arrastrarlo a ella, a pesar de sus
esfuerzos por resistir.
- ¡Ven! -dijo ella-, ¡Ven! Te daré descanso y paz, descanso y paz, descanso y paz.
Joel parecía desmoralizado por el
hechizo, intentó avanzar, Juan lo detuvo, él, susurraba:
-
¡Juan, déjame ir! ¡Debo ir! ¡Ella me llama!
¡Debo! ¡Debo!
Con fuerza, Joel se soltó de Juan,
dirigiéndose ante la hermosa mujer.
Sus ojos lo acariciaban, prometiendo,
el amor, la pasión, la promesa de una entrega absoluta, urgente. Con voz
sensual, le decía:
-¡Si quisieras
ser mío, yo te haré más feliz que cuanto pueda hacerte Dios en el paraíso!
Arrebatado, Joel no podía
disimular la pasión extraña y repentina que en él había surgido. Se quedó
inamovible, perplejo, hasta que la mujer, segura ya del sentir que había
despertado en él, le tomó la mano, la oprimió con fuerza, al tiempo que sus
labios se acercaban a su cuello y sus manos le recorrían la espalda, el pecho, brindándole
una sensación desenfrenada de lujuria.
Joel, cerró los ojos, su
respiración se entrecortaba al tacto de piel con piel. Ella lo acariciaba, se
apoderaba de él, no cabía de placer y su éxtasis aumentaba a cada segundo.
Él la besó y probó el dulce
líquido de sus labios, sentía que la vida se la robaba y era algo que le
horrorizada, pero no podía soltarla, ni despegarse de su cuerpo irreal.
-Tuyo seré, –
dijo él- si el precio de tenerte es la muerte, así será.
Al oír estas palabras, la mujer
le dio un beso e intento clavar sus colmillos en el cuello de Joel.
En tanto, Juan era solo un
espectador, paralizado sin poder hacer nada por el miedo que le invadía.
En eso, una mirada de odio, reemplazó
la cara sonriente y con un chillido ella retrocedió. Era miedo, lo
que había ahora en su hermosa cara, se replegó con un grito lastimero, los
primeros destellos del amanecer se encendieron sobre el mundo, ella se
desintegró en cenizas, todo el peligro había terminado.
Lunaoscura
Basada en la leyenda de Sarah Hellen,
de la región de Pisco, Perú.
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