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viernes, 26 de diciembre de 2014

Lluvia

La tormenta te había tomado por sorpresa. Huyendo de ella, llegaste totalmente empapado a mi casa. Sabías que te ofrecería cobijo, como no hacerlo, nuestra amistad llevaba años.

Te ofrecí una toalla, no pude evitar bajar la mirada, tu camisa mojada transparentaban tus pezones, erectos por el efecto del frío.

Cuando levante la vista, tú me observabas. Me habías atrapado que, situación tan incómoda, tu sonrisa lo dijo todo.

Al percatarte de mi sonrojo, para relajar la situación, comentaste.

-Tengo frío.

- Sécate, mientras tanto iré a preparar un café- te respondí, un poco aturdida.

Mientras, iba a la cocina a preparar el café, tú fuiste al cuarto de baño.

En mi mente, estaba fija tu figura, la situación era embriagadora y excitante, pero debía sacar esos pensamientos de mi cabeza, no podía echar por tierra una amistad de tantos años por un momento de pasión.

Unos minutos después, apareciste con una toalla alrededor de la cintura y secándote el cabello, diciendo.

-Preferiría una copa

La sorpresa, casi me hace derramar el café.

Ahí estabas, con tu dorso desnudo. No podía simular mi turbación, tú lo percibiste, era una lucha interna entre mi cabeza y mis hormonas.

Con el pretexto de la copa, me aleje para recuperar la sensatez. Te acerque la copa y fuimos a sentarnos en el sofá. Conversamos de las cosas que habían pasaron, desde la última vez que nos vimos.

Reíamos tontamente, quizás por los efectos del vino que ya empezaba a hacer su efecto.

Tu mano, se apoyó inocentemente en mi hombro, yo la mire. La retiraste distraidamente, aunque sin mucho éxito, el rubor comienza a encender tus mejillas.
En ese momento, deje la copa sobre la mesa, al darme vuelta vi tus ojos iluminados por un brillo extraño, intente decir algo pero mis palabras se ahogaron.

Nos quedamos mirándonos largamente esperando que alguno rompiera el silencio, pero sin éxito.

Nuestras miradas nos acercaron como un imán, me tomaste por el cuello atrayéndome hacia ti, nuestras bocas se unieron.

Mis brazos te envolvieron para no dejarte ir, recorría tu espalda, mientras tú desabrochabas mi blusa para posar tus manos sobre mi espalda.

Poco a poco te inclinaste, mientras te ibas desasiendo de la toalla, sin dejar de besarme, a fin de que no pronunciara ese temido "NO" que arrojaría por tierra, tan maravilloso momento.

Por un instante, te alejaste concierta duda, pero escuchar mi respiración agitada, te alentó a reanudar el acercamiento. Tus labios se  dirigieron a mi cuello, poco a poco descendiendo explorando, descubriendo cada pliegue de mi cuerpo. Mientras tus manos se enredaban en mi cabello.

Comenzaste a inundarme lentamente, mientras susurrabas “ya eres mía, lo serás por siempre”.

No dejaba de mirarte, de besarte, mientras nuestros cuerpos se entrelazaban en una danza apasionante.

Con tus brazos me acercaste más ti, mientras tu cuerpo se convulsionaba, cerrados los ojos. Tu espalda se arquea, te dejas llevar a ese lugar de placer extremo.

Nos quedamos tendidos, exhaustos, felices y abrazados. Sin decir palabra, con nuestras propias vergüenzas pero sin arrepentimiento.

Nos quedamos dormidos, al despertar, ya no estabas.

Pasaron los días, ninguno de los dos nos buscamos. Nos volvimos a encontrar en una reunión, estabas ahí mirándome, en un acto reflejo gire la cabeza, brindándole  una sonrisa a mi acompañante.



Lunaoscura

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